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Magia. Ese es el recuerdo que aflora en la mente de Rosa María Corcho al evocar los años vividos en el Club Alemán. Asistir cada sábado a este centro era sinónimo de disfrutar de la piscina, el parque y la comida exquisita del chef Alvarito, como pudines de chocolate y cremas de pollo.

En 1992, Corcho fue Capitana de Solteros de este club. Una experiencia única y que recuerda con mucha alegría. Uno de los momentos que más la marcó de dicha vivencia fue estar presente en la tarima en medio de la presentación de la orquesta Los Melódicos.

La mujer de 51 años fue testigo de los últimos años de aquel club que fue transformándose con los años para convertirse en uno de los centros sociales más representativos de la ciudad hasta su cierre definitivo en el año 2000, cuando los descendientes de familias germanas muy poco asistían a sus instalaciones.

La creación del Club Alemán se remonta a 1904, cuando cumplía el propósito de acoger a la comunidad de dicho país que había emigrado a Barranquilla para liderar diversas actividades en la ciudad. Sin duda, este fue un espacio social concebido con la intención de conservar su cultura, la cual finalmente logró entretejerse con la local.

El Club Alemán acumuló una historia de 96 años en la Puerta de Oro. Casi un centenario en el que su historia estuvo influenciada por los acontecimientos internacionales más revolucionarios de la historia de la humanidad. Y fue así como la Segunda Guerra Mundial, que marcó un antes y un después en las naciones del mundo, generó una ruptura en el Club Alemán.

La vocación comercial

En la investigación ‘Barranquilla hanseática: el caso de un empresario alemán’, hecha por Adolfo Meisel Roca y Joaquín Viloria de La Hoz, se estableció que la inauguración del ferrocarril Sabanilla-Barranquilla permitió que en sus puertos se concentrara la entrada de productos importados.

A raíz de esta innovación comercial, se empezó a registrar un crecimiento acelerado en la población de Barranquilla entre 1871 y 1938, la cual –cuentan los investigadores– era tan solo una aldea que no traspasaba los tres mil habitantes a finales del periodo colonial.

Como consecuencia, además de atraer comerciantes de la región Caribe Colombiana, también recibió extranjeros entre los años 1871 y 1929. Según la investigación, vivían alrededor de 375 extranjeros en 1875, y que en esta época, a mitades del siglo, los que se habían apoderado de los negocios en Barranquilla habían sido los alemanes.

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“En el censo de población de 1875 solo aparecen 26 alemanes, o sea el 8,5 % de los extranjeros, pero por el volumen de sus negocios ocupaban el primer lugar”, se lee en el documento.

Por otro lado, los historiadores Enrique Yidi y Álvaro Mendoza Arango, en su libro ‘De la gloria al olvido. El hundimiento del vapor Prinz August Wilhelm en Puerto Colombia, 1918′, publicado en 2014, referenciaron que una de las principales causas de inmigración alemana a Barranquilla fue por la política del Imperio Alemán en “consolidar su esfera de influencia”.

De esta manera, se motivaron a abrir nuevos mercados para sus productos. No obstante, también registraron los investigadores que otras razones del traslado de los alemanes fueron motivos políticos y económicos a causa del régimen absolutista alemán en 1848, y por un aumento en la población, lo que generó que muchas personas no contaran con empleo.

Así, en búsqueda de un mejor porvenir, los alemanes decidieron viajar y consolidar sus vidas en una tierra lejana y opuesta a la suya. La contribución de la colonia alemana a la ciudad no fue poca.

Archivo familiar de Claudia Schnurbusch y cortesía de Guillermo RomeroFachada del Club Alemán.

El legado alemán

En realidad,  la capital del Atlántico le debe a la comunidad “los tres pilares de su desarrollo”, según cuentan los historiadores locales.

Primero, por medio del mar impulsaron el comercio exterior. Otro la navegación por el río Magdalena y, por último, pero quizás, el más importante, la aviación. Un hecho que lo cambió todo en el siglo anterior en el año 1919.

Al respecto, el historiador Carlos Sojo recalcó que “la colonia alemana en Barranquilla fue grande e influyente”.

En ese sentido, el experto reconoció a esta comunidad como amplia en aquel entonces, pues contaba con educadores, quienes fueron los encargados de fundar el Colegio Alemán; comerciantes e industriales, como los Struss y Meisel, y pioneros de la aviación al fundar Scadta, la Sociedad Colombo Alemana de Transporte Aéreo.

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En ese sentido, el reconocimiento en la ciudad y su arraigo en la misma contribuyeron a la creación del primer Club Alemán en 1904.

“El Club Alemán pretendió aglutinar, social y culturalmente, a la numerosa colonia alemana residente en Barranquilla. En tal sentido, tuvo el decidido apoyo del cónsul Mauricio Siefken”, se lee en la investigación histórica ‘La Barranquilla desaparecida. Imágenes y memorias’.

Aunque empezó con 30 y 40 socios, número que fue aumentando con la llegada de técnicos alemanes. Algunos de los socios fundadores de este centro social fueron Berg, Bischoff, A. Bornée, H. Bornée, Fressen, Lindemeyer y Nobmann, según registros históricos.

De acuerdo con estudiosos de la historia de la ciudad, dicho  club tuvo solo dos sedes, aunque para investigadores han reportado que estuvo en varios puntos de la ciudad. En ese sentido, según datos históricos, la primera sede estuvo ubicada en un esquinero de la calle Real y el Callejón del Mercado, frente a la iglesia de San Nicolás.

Luego, en 1905, se trasladó al camellón Abello, casa que tenía jardines y cancha de bolos. Más tarde estuvo en la calle del Paraíso entre Líbano y Callejón del Cuartel; en 1922 se trasladó a una casa amplia obsequiada por Ferdinand Wiese; en 1927 estuvo en la calle 54; en 1929 en el barrio Las Quintas y finalmente en el barrio Bellavista.

En sus primeras sedes se realizaban actividades en torno a la cultura alemana, pero también a la barranquillera, lo que catalogaba al lugar como un escenario cultural.

En el artículo ‘Alemanes en el Caribe colombiano: vida cultural y nacionalsocialismo en Barranquilla, 1930-1942′, escrito por Julian Lázaro Montes, se reconoció que en el lugar se realizaban recitales con la Orquesta de Música de Cámara de la colonia alemana en la ciudad, la cual interpretó obras musicales de Haydn, Schubert, Strauss y Mozart.

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Pero en el mismo documento también se relata que los socios del club no fueron excluyentes con las fiestas de la ciudad en aquella época: “El mismo Club se convertía durante las fiestas carnavaleras en un espacio de gozo en el que sus miembros se ponían a tono con la celebración, tomando parte en la misma a través de fiestas de disfraces, y también por medio de la organización de comparsas que participaban en los desfiles que se desarrollaban en las calles de la ciudad”.

Y más allá de las festividades, Lázaro también halló que se realizaban reuniones para organizar recolecciones de recursos económicos en beneficio del programa de Ayuda de Invierno, el cual estaba coordinado por el gobierno Nazi.

Impacto de II Guerra Mundial

Las consecuencias colaterales de la Segunda Guerra Mundial impactaron directamente en los alemanes residentes en Barranquilla. En 1942, todos los bienes de la comunidad fueron confiscados y los alemanes fueron trasladados a un campo de confinamiento en Fusagasugá, municipio de Cundinamarca.

Pero no solo perdieron sus propiedades, según registros de historiadores locales, sino también el apoyo económico con el que financiaban las actividades del Club Alemán.

Ante la coyuntura mundial, Colombia tomó medidas y una de estas fue la publicación de la Lista Negra, expedida por los Estados Unidos, en donde aparecían empresas que contribuyeron financieramente a las actividades del club.

Luego de este periodo, los alemanes decidieron devolverse a sus tierras y otros prefirieron quedarse en el interior del país. Finalmente, les devolvieron las instalaciones del club, pero este no volvió a ser el mismo, por lo que en 1948 fue vendido.

Tras la guerra

Nada volvió a ser igual. La última sede del Club Alemán fue en el barrio Porvenir aproximadamente en 1957 y cerró el año 2000 por problemas financieros, confiesa a esta casa editorial Clara Lemus, ex relacionista pública del club.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la cultura alemana en el club fue desvaneciéndose paulatinamente: “Los alemanes se fueron muriendo, ya eran personas mayores también y se fue perdiendo su cultura. Además, sus hijos dejaron de ir”.

En ese orden de ideas, el club dejó de lado el patrimonio cultural alemán y se convirtió en un espacio social convencional: tenía socios, se realizaban primeras comuniones, quinceañeros y matrimonios, se presentaban a las adolescentes en sociedad, se celebraban las fiestas de Carnaval y había toques de orquestas extranjeras y locales.

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Aunque dejó de resguardar la cultura alemana, el club se convirtió en un segundo hogar para los socios que le dieron la oportunidad. La calidez de los miembros y la amabilidad es, sin duda, de las cosas que más extraña Lemus en sus 34 años trabajando allí.

Y para la exsocia Rosa Corcho significó el primer paso y el impulso para iniciar en el mundo de las comunicaciones, pues fue allí en donde aprendió “a socializar, a hablar en público y a tener el reconocimiento”.

Ya no queda nada del Club Alemán. En su última sede se encuentra un centro de Comfamiliar. Pero del lugar solo quedan las anécdotas, investigaciones y decenas de fotos que evidencian que una vez una gran numerosa colonia alemana estuvo aquí.