El freno al sector hidrocarburos, desincentivo a la inversión para exploración que desencadena bajonazos en la producción, construcción de nueva infraestructura y movilidad económica incluyendo el desempleo, son decisiones de gobierno que nos tienen de cierta forma en la situación actual y en la necesidad de importar gas de consumo doméstico.
Es momento de dejar atrás los prejuicios. No todos los territorios mineros son sinónimo de destrucción. En muchos casos, estos espacios han sabido convertir sus recursos del subsuelo en oportunidades para su gente.
El país debe aprovechar sus propios recursos y trabajar para desarrollar industria tecnológica de alto impacto. Les listaré unos pasos generales de lo que requiere una transición que genere desarrollo al país y mantenga y/o aumente su independencia energética.
Ya entrando en temas de costos, si volcamos todos a cocinar con estufas eléctricas tenemos que tener en cuenta dos cosas: el costo de la electricidad vs el costo del gas y la capacidad del país de aumentar la producción de energía para abastecer toda esa demanda creciente.
No se trata de excluir a las comunidades indígenas del proceso, pero tampoco se puede relegar a un segundo plano el conocimiento científico. El futuro de nuestros recursos naturales, la biodiversidad y el desarrollo sostenible depende de decisiones basadas en evidencia, no en creencias o presiones externas.
Cuando hablo de recursos finitos me refiero a los minerales y los combustibles fósiles, odiados por muchos, pero usados por todos incluso los mismos que lo odian, obvio, los necesitamos para producir todo lo que usamos a diario incluyendo el agua y los alimentos.
No es posible que bajo el panorama que tenemos y la experiencia que acabamos de tener en la sequía, aún estemos empecinados en ponerle llave a las únicas fuentes de energía que le dan respaldo y confiabilidad al sistema.