Sin salirse del estilo han podido crear una letra inspiradora que construyera, que apostara por volverse trascendental y convertirse en un himno colombiano del género. Pero no, el “flow” no les dio para más que una borrachera, perreo entre pepas, trago y vicio con una de “forteen”.
Nuestra sociedad necesita más desprendimiento, más actos generosos sin condiciones. Si cada uno hiciera un favor al día, sin pensar en lo que recibirá a cambio, las dinámicas cambiarían. Las cadenas de favores empezarían a entrelazarse y, de manera sutil pero efectiva, transformarían la forma en que vivimos.
Fue allí donde descubrí la verdad amarga: mi código no era único. Era el mismo que le habían dado a miles de personas que, como yo, caímos en la trampa de la preventa.
La prostitución ha existido desde siempre, y aunque es legal en muchos países, sigue siendo objeto de estigmatización. Se margina a quienes la practican negándoles derechos y empujándolos a los márgenes de la sociedad.
Me refiero a la vergonzosa costumbre de reconocerle al individuo oportunista y aprovechador un carácter positivo de “viveza”, mientras se estigmatiza al que se apega a las reglas, siendo víctima del aprovechamiento, con el carácter de “bobeza”.