La película explora una serie de temas complejos, tales como el arte, la religión y la política, todos abordados en el contexto de la Italia que Sorrentino suele retratar: una nación atrapada entre contradicciones, con una geografía única y unos líderes corruptos.
La historia comienza con escenas de la infancia de Williams, un niño desadaptado en la escuela que encuentra consuelo en la música. Junto a su padre, Peter (Steve Pemberton), canta canciones de Frank Sinatra, siendo “My Way” la que parece definir la filosofía de ambos.
Con un enfoque minimalista, el director Gints Zilbalodis lleva al espectador a un viaje emocional profundo, donde la pureza de la animación y el diseño de los escenarios comunican más que cualquier palabra.
No es la primera vez que el cine y la literatura exploran este fascinante tema, en especial por las contradicciones inherentes entre lo que se predica y lo que realmente sucede: mientras se aboga por la igualdad de los seres humanos ante los ojos del creador, la institución se ve envuelta en riquezas, jerarquías y rigurosos códigos de conducta que, en muchos casos, ni sus propios miembros logran cumplir.
El drama social adquiere un carácter más personal cuando Imam pierde una pistola que le ha sido entregada para su protección, descuido que podría costarle tres años de prisión y la pérdida de confianza del régimen.
Con una visión original y conmovedora, un excelente desarrollo del personaje y una maravillosa actuación de Torres, Salas revive la memoria de este episodio histórico, un recordatorio que, más allá de Brasil, mantiene su relevancia en todo el mundo.
Dirigida por Brady Corbet, la historia de László está inspirada en arquitectos reales que, como él, sufrieron el impacto del Holocausto. Quizás mejor que cualquier otra película sobre el tema, El Brutalista demuestra que no hay una respuesta ni un escape definitivo.
El tono de la película se va transformando, siempre sorprendiendo al espectador con giros inesperados. En el fondo, Anora resulta siendo una historia de amor marcada por los complejos mecanismos del poder económico y las jerarquías sociales, los cuales pueden destruir sin piedad al ser humano.
Desde el inicio, la película invita a una reflexión sobre la vida, mostrando cómo, a pesar de compartir un pasado común con un gran vínculo emocional, las actitudes en el presente son totalmente diferentes para los dos primos. Cada uno responde a su manera a los ecos de la historia que aparecen en el camino, haciéndonos reflexionar sobre las diversas formas de lidiar con el sufrimiento.
Babygirl no es solo una reflexión sobre la insatisfacción personal o los dilemas en una relación; es una pieza que desafía los límites de la narrativa romántica, abriendo el debate sobre la autonomía sexual de la mujer y los juegos de poder en las relaciones de pareja.