El título que propone María Clara Aristizábal, sobresaliente ejecutiva de Argos, en su alegato ‘Las falacias de Horacio Brieva sobre Ciudad Mallorquín’, se me antoja hasta desconsiderado con la filosofía. Pues todas mis columnas han tenido un fundamento epistemológico, es decir, un conocimiento y unas bases conceptuales, técnicas y jurídicas obtenidas en lecturas y consultas a expertos.
“La directriz del alcalde es dialogar y rectificar lo que haya que rectificar”. El 10, antes de viajar a Nueva York, Ospino suscribió un compromiso de diálogo en medio del agitado plantón.
Sobre movilidad hemos dicho que no se conoce el estudio de tránsito con base en el cual Puerto Colombia aprobó Ciudad Mallorquín en los planes parciales.
Compartimos esa recuperación. Y, desde luego, la decisión estratégica de comunicar a Barranquilla con sus cuerpos de agua. La transformación de la ciudad pasa por ahí. Pero ese proceso tiene que incluir a las comunidades anfibias.
Desde la sociedad civil hemos hecho denuncia periodística y presentado acciones jurídicas con base en datos concluyentes, y eso ha tenido la repercusión de crear mayor conciencia pública acerca de la necesidad de tutelar la naturaleza en los procesos de planificación urbana para afrontar los desafíos del cambio climático.
Superar estas impactantes realidades que normalizan la desigualdad implica grandes esfuerzos de inversión pública y una firme voluntad política alineada con el paradigma de una Barranquilla más humana.
Es vergonzoso que el Grupo Argos se jacte de un parque de 4,5 hectáreas como una muestra de Soluciones Basadas en la Naturaleza (SBN) cuando para ello ha matado un bosque de 80 hectáreas.
El diálogo, que prosigue este viernes, promete razonables acuerdos económicos y sociales, y debe servir para impulsar y consolidar un proceso en el cual la Alcaldía y la comunidad de Las Flores se alíen para convertir este territorio anfibio en un modelo de desarrollo humano integral.
Solo ven las ventas billonarias del proyecto y sus ganancias, los prediales que ensancharán la brumosa tesorería pública de Puerto Colombia. El colmo sería mostrar a Ciudad Mallorquín como paradigma urbanístico de paz con la naturaleza en la COP16.
El problema de fondo de Las Flores (cuyo potencial proviene de su proximidad al río, la ciénaga y el mar) es si el desarrollo turístico que lidera ahí el Distrito solo va a generar negocios que beneficien a unos pocos.