Forzar por decreto una reconfiguración del mercado energético es jugar con fuego. El sistema depende de un delicado equilibrio entre contratos estables y una bolsa que además de servir como mercado complementario al contractual, actúa como regulador de precios en contextos de escasez.
Nunca una guerra es positiva y menos en este caso. En mi opinión puede representar esta guerra no sólo el despelote de los mercados, sino el preludio de una recesión global. Ella no solamente destruye las instituciones y los avances del comercio internacional, sino que reducirá el crecimiento global y significa riesgo inminente de un aumento de nuevo en la inflación global.
Despetrificarse es rechazar la amargura institucionalizada y elegir el camino de la esperanza activa. Ese que transforma desde la libertad, el reconocimiento del mérito y las enormes oportunidades de país. Ese que Colombia todavía está a tiempo de recorrer.
Sin perder la objetividad y realismo en los datos del país, tampoco podemos seguir animando la desesperanza, que muchos actores en la sociedad ven con preocupación y que al final no estoy convencido sea el camino para ir hacia adelante. Genuinamente creo en construir sobre lo construido y siempre hay elementos de verdad, aún en la gestión de quienes piensan diferente.
Haría bien a la nueva gestión de la canciller recordar que la diplomacia no es solo el arte de resolver problemas, sino de anticiparlos, y que una falla en esto último puede ser fatal.
Aunque no me sorprendió el mensaje por su origen ideológico, sí me dejó en evidencia que un cambio indispensable en nuestra sociedad es también cultural. Este incluye, entre otros temas recuperar el valor de una sociedad no sólo centrada en los derechos sino en los deberes.
Han sido casi 26 años de destrucción, pauperización y muerte, y conociendo la triste actitud de algunos gobernantes, incluyendo el nuestro, si esto sigue, nada raro será intentando reescribir la historia, que mañana aparezcan otros que como en el caso de Cuba, nos vendan que han sido 26 años de “lucha obrera contra el fascismo... (ejemplo que) marcó la historia contemporánea de América Latina”.
Tristemente nuestro Congreso ha preferido en el debate legislativo quedarse en un modelo prehistórico, que nada tiene que ver con este cambio poblacional, ni con las nuevas realidades tecnológicos, ni con el nuevo mercado laboral. Esto significa la urgencia de un modelo laboral más flexible y diverso.
Yo sí espero que en el año que viene, el gobierno deje tanta arrogancia, quejadera y victimización, como cuando le echa la culpa de todos los males al hundimiento de la ley de financiamiento (o reforma tributaria) como si esa reforma hubiese sido la única capaz de sacar adelante todo lo que no han hecho en dos años y medio.
Tengamos el coraje de construir entre todos, así pensemos distinto, un país con menos pobreza, inequidad y desempleo, más productividad y competitividad, más formalización y, sobre todo, una nación íntegra y en paz.