Apostar por una ciudadanía cada vez más cercana al universo digital, antes de ser un asunto de competitividad, eficiencia o lucro, es una causa con implicaciones directas en la calidad de vida y el bienestar. Más mujeres empoderadas en esta rama, capacitadas para las exigencias de la economía digital, y con condiciones más equitativas, es una responsabilidad y un deber que tenemos todos aquellos que trabajamos en la cartera TIC.
En Colombia, aunque se han dado pasos importantes hacia la accesibilidad, aún estamos rezagados. Muchas instituciones educativas carecen de los recursos tecnológicos necesarios y, en muchos casos, ni siquiera cuentan con personal capacitado para integrar estas herramientas en el proceso de enseñanza.
La formación de talento no es solo responsabilidad de universidades y el sector público. El sector privado juega un papel clave, no solo como generador de empleos, sino como socio estratégico en la capacitación de habilidades.
Gobiernos y empresas deben colaborar para establecer normas que fomenten la transparencia, protejan la privacidad y promuevan la equidad, evitando que la IA perpetúe desigualdades o vulnere derechos fundamentales.
La infraestructura es la clave para desbloquear el verdadero potencial de las TIC en nuestras comunidades. Sin una red adecuada de conectividad, cualquier esfuerzo por mejorar la educación digital o implementar tecnologías avanzadas quedará incompleto. Es fundamental que avancemos con rapidez y eficiencia en la construcción de una infraestructura robusta, especialmente en las zonas más apartadas, para que el futuro digital sea inclusivo y accesible para todos.
Las TIC no son solo un elemento disruptivo; son la clave para un futuro laboral más dinámico, inclusivo y sostenible. Es hora de que dejemos de temer a la tecnología y empecemos a ver las infinitas oportunidades que ofrece. Si logramos aprovechar adecuadamente el potencial de las TIC, no solo estaremos creando nuevos empleos, sino también construyendo una sociedad más equitativa y próspera para todos.