Para cualquier persona resultará sencillo comprender que esos inconvenientes minan cualquier intención de terminar a tiempo: si todo marcha bien y no hay más contratiempos, la Gran Vía podría entregarse definitivamente durante el primer trimestre del 2026, con un año y medio de atraso.
Lo cierto es que no hay información suficiente y así no se puede comprender el atraso. Pedir explicaciones no debería interpretarse como un gesto de persecución, ni mucho menos de condena anticipada. Se trata, más bien, de un ejercicio de claridad pública: entender por qué no se cumplieron los plazos, cuáles han sido los obstáculos y qué se está haciendo para superarlos.
Tampoco podemos ignorar su impacto. Nuestra interacción con las pantallas suele parecernos inocua porque no lo vemos, sin embargo, se ha calculado que cada imagen que se genera por un programa de IA requiere entre 5 y 50 litros de agua para la refrigeración de sus sistemas.
No se trata de ampliar vías o de imponer restricciones de circulación, eso simplemente aplaza el problema y no es sostenible, como ha sido demostrado por varios estudios. Al final, lograr un sistema de movilidad urbana que funcione es una responsabilidad compartida.
Vivimos en un tiempo donde todo lo digital viene con una advertencia implícita. Ya no abrimos correos de remitentes desconocidos, es necesario dudar de los mensajes de texto de nuestro propio banco y nos preguntamos si la persona que nos habla por WhatsApp es realmente quien dice ser.
Conocer a sus ganadores permite comprender hacia dónde se dirige la arquitectura contemporánea y cuáles son los valores que hoy deben considerarse fundamentales. En 2025, el premio ha sido concedido a Liu Jiakun, arquitecto chino cuyo trabajo redefine la relación entre arquitectura, comunidad y tradición.
Más allá del susto inicial, este episodio resaltó la importancia de la red de vigilancia y protección de nuestro planeta frente a amenazas espaciales, una red que sólo es posible gracias al trabajo científico mancomunado.
Hoy, más o menos la mitad del puente está a oscuras. Según parece —porque nada está del todo claro— las responsabilidades sobre el puente recaen en proporciones equivalentes sobre el Distrito de Barranquilla y el municipio de Sitionuevo, en jurisdicción del departamento del Magdalena.
Aunque se entiende que la decisión es definitiva, seguramente los asesores jurídicos del municipio de Puerto Colombia estarán buscando maniobras legales para revertirla o aplazarla. No es para menos. Se ha informado que, debido a este nuevo escenario, el recaudo tributario del municipio—fundamentalmente asociado al impuesto predial y al de industria y comercio—se reduciría aproximadamente en un 55%. Nadie se sorprendería si aparecen nuevas dilaciones.
Valdrá la pena revisar si es necesario complementar la infraestructura para incorporar elementos que, mediante el diseño, induzcan a los usuarios a comportarse mejor. Lo cierto es que, en cierta medida, el estreno del primer tramo de la Gran Vía se ha visto empañado por esas circunstancias.