Independientemente de la óptica moralista sobre estos años de petrismo, es difícil argumentar electoralmente que lo que necesita Colombia es continuidad, cuando los retrocesos económicos son tan evidentes y el deterioro del orden público es profundo. Esto se vuelve especialmente crítico si se confirma el rumor del hueco fiscal, el cual podría superar los $50 billones, esta realidad solo ofrece decisiones políticamente difíciles.
Frente a los aranceles de EE. UU, no parece haber voluntad política para solucionar: la victoria “ideológica” parece ser más importante que lo económico. En cuanto a los aranceles verdes de la Unión Europa, el desafío es técnico. Si Colombia hubiera implementado un mercado de créditos de carbono, podría beneficiarse de un acceso preferencial al mercado europeo.
Trump, en su intento de ejercer una presidencia imperial, lanzó provocaciones a Canadá, México, Panamá y Dinamarca, entre otros, pero ninguno cayó en el juego. Por eso resulta difícil entender por qué Petro decidió hacer un gesto ideológico a la izquierda latinoamericana a raíz de un vuelo rutinario del gobierno estadounidense.
En su momento, la poderosa bancada antioqueña no permitió separar las funciones de generación, distribución y transmisión. La privatización parcial de las empresas municipales otorgan a privados ventajas no razonables en el espacio público. Propuestas de expandir el conglomerado de Ecopetrol a lo divino y lo humano generan más preocupaciones.
Aunque aman a Colombia y su regreso significaría un estímulo económico para el país, las cargas tributarias los convierten en exiliados económicos. Este problema no solo afecta el retorno de colombianos, sino también nuestra capacidad de atraer conocimiento y talento extranjero. Sobra decir que al saber que el impuesto es permanente el capital existente sale del pais para evitar el impuesto.
La muy equivocada decisión del presidente Gustavo Petro, en Uruguay, de insistir en presentar como un acierto la violencia del M-19, utilizando además su poder para imponer de qué se habla en Colombia, exige salirle al debate a uno de los mayores y más dolorosos errores políticos de la historia nacional.
No creo que haya plata del gobierno para regalarle a la federación, pero al mismo tiempo un pilar institucional del país no puede caer.
Sin logros en reformas legislativas ni avances en seguridad, las buenas intenciones filosóficas solo se las lleva el tiempo. Es hora de que el gobierno piense en su legado: sin inversión, las cosas no cambian.
El poder político del sector esmeraldero históricamente protege la informalidad, en algunos casos, la ilegalidad. No permitir la creación de estándares le acabó haciendo daño a largo plazo. Con herederos sofisticándose y la llegada de jugadores internacionales, se abren oportunidades de valor agregado.
Ponerse de acuerdo en repartir recursos no es fácil, décadas después, varias leyes contempladas en la Constitución no han sido aprobadas.