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Nunca antes en la historia reciente del país se había conocido un caso de una animadversión de un gobierno contra una ciudad, como acontece en estos momentos con Gustavo Petro y Barranquilla.

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No se trata de una rabia disimulada o soterrada, sino de un desprecio cada día más evidente. Petro ya no disimula que nada que tenga que ver con Barranquilla puede conmoverle o despertarle alguna simpatía. No quiere a la ciudad y tampoco se esfuerza en disimularlo. Esa es la realidad.

Desde que empezó su mandato, el 7 de agosto de 2022, Petro ha asumido una postura “antibarranquillera”, que causó mucha sorpresa al comienzo, pero ya terminó por aceptarse como algo natural. El contraste es mayor si se compara con el afecto expresado hacia la ciudad por todos sus antecesores, ninguno de ellos oriundo de la región Caribe, como el orense Petro. ¡Vaya paradoja!

La sorpresa inicial de la tirria de Petro tiene que ver con el hecho de que si hubo una ciudad en el país que se la jugó para que fuera presidente esa fue Barranquilla. De hecho, en la capital del Atlántico Petro lanzó su campaña presidencial antes de tiempo, en el famoso “evento de la P”, en la Plaza de la Paz.

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Por todo ello es que la decisión de Petro de quitarle el respaldo a Barranquilla para que fuera sede de los Juegos Panamericanos cayó como un baldado de agua fría. La mezquindad de Petro le arrebató a Barranquilla –y a la Región Caribe– la posibilidad de ser sede de los segundos juegos deportivos más importantes del mundo, después de los Olímpicos.

Luego se supo que también había expresado su desaprobación para que la ciudad fuera anfitriona por primera vez en la historia de una carrera de Fórmula 1, gestión que se encontraba bastante avanzada con las directivas de la principal competición del automovilismo internacional.

Pero la fresa del pastel la puso esta semana la ministra del Deporte, la ilustre desconocida Luz Cristina López, quien sorprendió con un trino en el que hacía un llamado a la Federación Colombiana de Fútbol para que “programe giras de la Selección por todo el país”.

La hasta ahora anónima ministra del Deporte sumó su voz a la Petro, a la hora de reclamar por el precio de las boletas en los estadios del país. Petro destacó el hecho de que durante la COP16 en Cali el concierto para el “pueblo” fue gratuito. “Esto pasa cuando dejan entrar el pueblo a los estadios”, escribió Petro, exultante por la masiva convocatoria del concierto de Cali.

A todo lo anterior se suman otras decisiones, tanto de Petro como de sus funcionarios, que evidencian que Barranquilla no está en el llavero del presidente. Una es el recorte del presupuesto del Atlántico para 2025, en un 32,5%.

A esa hostilidad hay que sumar el cobro de valorización a predios, entre Barranquilla y Cartagena, que se empezó a ejecutar sin la socialización y las consultas debidas. El que sería el “plan piloto nacional” empezó –obvio– por Barranquilla y el Atlántico.

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De manera que, los hechos son tozudos y hay que adaptarse a los nuevos tiempos, como bien lo anunció el alcalde Alex Char, quien –con una muy buena dosis de pragmatismo y realismo político– expresó en el encuentro de la Cámara Colombiana de Infraestructura:

“Yo no volví a Bogotá y les he dicho a mis amigos alcaldes que no vayan. Yo he visto a muchos alcaldes de provincias pequeñas gastándose las rentas en viajes para hacer lobby para un proyecto de $500 millones. Les he dicho que revisen sus tierras, que se sienten con el empresariado, con la gente y hagan un ajuste catastral, porque a veces la plata está aquí mismo”, sostuvo Char.

¿Qué le hizo Barranquilla a Petro para que la desprecie tanto? ¿Qué hacer ante su comportamiento inamistoso con Barranquilla? ¿Cuál es la salida? Veamos:

Barranquilla: “República independiente” y ciudad modelo

Hace bien el alcalde Alejandro Char en trabajar para consolidar a Barranquilla como una “república independiente”. En estos tiempos de autonomía regional y descentralización, Barranquilla está llamada a ser una ciudad modelo.

Ya está bueno de seguir mendigando migajas al gobierno nacional, mucho más si dicho gobierno lo encabeza una persona que ha dado muestras no sólo de no querer la ciudad, sino despreciarla. Es la primera vez en la historia del país que un Presidente asume una posición tan hostil contra la ciudad. Algo semejante no se había visto jamás.

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¿Qué le hizo Barranquilla a Petro para que la deteste tanto? ¿Por qué tanta tirria y tanta inquina? Petro debe entender que su comportamiento no le hace daño a un grupo político con el que no tiene ninguna afinidad, sino a toda la ciudad.

Llevarse a la Selección Colombia de Barranquilla significa atentar contra la economía de miles de familias, muchas de ellas de estratos populares, que viven del rebusque durante los partidos de la Selección. La Selección es su modo de supervivencia.

Durante cada partido Barranquilla mueve unos 20.000 millones de pesos, muchos de ellos correspondientes a la llamada economía informal. Buena parte de la Región Caribe participa de los partidos de la Selección, miles de a cionados se desplazan hasta Barranquilla desde distintas ciudades.

Es decir, con su mezquindad Petro no solo afecta a los “ricos” a los que detesta, sino a toda una región y -sobre todo- los habitantes más pobres a los que dice amar.

¿Cuál es la tirria de Petro contra Barranquilla? ¿Por qué la inquina?

La primera y única tarea que Petro le asignó a su primera ministra del Deporte, María Isabel Urrutia, fue la de impedir que Barranquilla celebrara los Juegos Panamericanos del 2027. Así quedó evidenciado cuando llegó a Barranquilla con ínfulas de “funcionaria todopoderosa”.

Su actitud grosera con quienes esperaban un espaldarazo por parte del gobierno nacional vaticinó lo que ocurriría después: Barranquilla sería despojada de los Juegos Panamericanos.

La siguiente ministra -Astrid Rodríguezse encargó de echarle la última palada de tierra a los juegos. A la postre, esa fue la única gestión que pudo mostrar. Y la nueva ministra -otra ilustre desconocidaahora tiene la misión asignada por Petro de llevarse la Selección de Barranquilla.

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Lo del precio de las boletas es el pretexto. Olvida Petro que los eventos gratuitos de la COP16 fueron financiados por su gobierno y la ONU, mientras que la Selección es sostenida por la Federación de Fútbol, que es una entidad privada, que debe gestionar ingresos para el sostenimiento del equipo y para pagarles premios a los jugadores, entre otros rubros.

Ese detallito poco o nada le importa a Petro y a sus diligentes ministras, empecinadas en hacer el mandado.

A mayores recaudos, mayor autonomía y menor dependencia

Barranquilla quiere y puede destetarse de Bogotá, si Petro mantiene su actitud petulante, grosera y soberbia contra la ciudad. De hecho, la ciudad ha logrado financiar varios proyectos sin depender de recursos nacionales.

Por esa razón, el alcalde Char sostiene que “Barranquilla es prácticamente una república independiente”. ¿Dónde está la clave de la independencia barranquillera? En el aumento en el recaudo de los impuestos, que son determinantes para el desarrollo de la ciudad.

Por ejemplo, el impuesto de Industria y Comercio creció el año pasado un 44 por ciento, alcanzando más de 1,1 billones de pesos. El recaudo del predial aumentó un 23 por ciento, superando los 600.000 millones.

Ello le permite a la ciudad financiar obras sin tener que recurrir a fondos nacionales. Mientras las rentas del país caen unos 20 billones de pesos, en Barranquilla Industria y Comercio crece un 44 por ciento.

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Todo ello gracias a la confianza de los ciudadanos en su administración. Lo del predial también es llamativo: mientras el año pasado se recaudaron 739.000 millones, este año la recaudación fue de 1,1 billones.

Mientras Petro no nos quiere, Barranquilla muestra resultados contundentes

Un buen ejemplo de porqué la “república independiente de Barranquilla” es una magnífica oportunidad para alcanzar una mayor autonomía es el del programa de la Alcaldía Distrital “Mi techo propio”.

En tan solo tres meses entregó 1.200 subsidios para viviendas, mientras que en los próximos meses deberán entregarse 10.000 nuevos subsidios. En cambio el modelo nacional de dicho programa, puesto en ejecución por Petro, se llama “Mi casa ya”, cuyas cifras son paupérrimas, hasta el punto de que muestran una caída del 70 por ciento.

Las relaciones entre las ciudades y los departamentos con el gobierno nacional deberían ser respetuosas y cordiales. Pero no siempre ocurre así, como sucede en estos momentos con Petro y Barranquilla.

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La mejor manera de afrontar y superar su ojeriza contra la ciudad es mostrar buenos resultados, al tiempo que se trabaja con ahínco por una mayor autonomía e independencia del gobierno nacional. Esa es la salida. No hay otra.