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Los 2.500 policías desplegados en las calles de Cartagena para cuidar a los 1.200 sentados en los salones refrigerados del Centro de Convenciones, en la cumbre de la Interpol, ha surtido efecto en la seguridad de los residentes de esta capital.

Las zonas, sin duda, que más reflejan tranquilidad son la ciudad vieja, la norte y la del núcleo turístico de Bocagrande, Castillogrande y El Laguito.

En estos sectores había literalmente un agente en cada calle. Hasta los baluartes de las murallas eran vigilados por agentes de la policía montada.

El pasado fin de semana lo índices violencia y robos cayeron dramáticamente.

El comandante del primer distrito de la Policía Metropolitana, teniente coronel Boris Albor, que cubre estas áreas urbanas, dijo que durante el viernes, sábado y domingo pasados, nada más en el balneario de La Boquilla hubo una reducción del 70 por ciento en el número de riñas, cuando en un fin de semana cualquiera pueden registrarse hasta 60.

Dijo que no tiene reporte de robo o atracos en su zona, la más vigilada desde el viernes pasado.

El informe del pasado viernes, cuando empezaban a llegar las delegaciones de 190 países del mundo para la reunión de la Interpol, y ya había helicópteros policiales revoloteando por todo el cielo de Cartagena, hubo 46 casos menos de violencia, que los ocurridos el viernes en la noche de la semana anterior.

Fueron 83 riñas las que se presentaron, siete días antes de los inicios de la asamblea policial, contra 37 que hubo durante el despliegue del blindaje de la ciudad.

La noche en que la selección Colombia venció a la de Ecuador, a principios del mes pasado, los festejos desencadenaron 111 peleas, de las cuales se estima que unas 10 tuvieron lugar en establecimientos públicos.

Para la celebración de la clasificación a Brasil, tras el empate contra Chile, se registraron tres crímenes.

El coordinador del Centro de Observación y Seguimiento del Delito, Cosed, Fredy Goyeneche, dijo que cuando se realizan estos tipos de cumbres mundiales se presenta lo que él llama el 'efecto esponja', que consiste en que mientras se aumenta la fuerza represiva para garantizar la seguridad de un evento, los actos delincuenciales se reducen, pero una vez se acaba, regresan.