Olaya está caliente', me dice Zuladys Esther.
Vive por la Vía Perimetral, hacia adentro. Por una calle de piedras y arena. De casitas de madera, unas; y de material, otras. Apiñadas.
A la entrada del vecindario, vimos unas siluetas que se movían a lo lejos, en el paseo peatonal en ruinas, abandonado, construido a orillas de la ciénaga de La Virgen. Las figuras espectrales eran unos jóvenes del barrio, cuchillos y navajas (llamadas ‘pescaítos’) en la pretina.
Eran las 6:55 p.m. Estaban camuflados entre las sombras de la naciente noche y la complicidad de la falta de alumbrado público. Solo a veces la luna llena ponía al descubierto unas bocanadas de humo.
En la otra calle de donde vive Zuladys Esther, quien fue madre a los 19 años y trabajó desde los 16 en casas de familias, los hijos de dos vecinos estuvieron a punto de matarse, a finales de abril.
Todo por el reclamo de la señora de al frente, que salió vociferando su malestar por la fumadera de marihuana de uno de los hijos de su vecina. Un adolescente que no pasa de los 15 años y que a las 8 a.m., con su ‘boro’ (amigos, ver recuadro Diccionario de la Champeta), se desayuna con una ‘bareta’.
'Se armó el ‘bololó’ (pelea). Llovían piedras, balas, champetas (puñales)', me cuenta Zuladys Esther, alarmada.
El Observatorio del Delito en Cartagena dice que en 2014 hubo 144 homicidios. Olaya fue el barrio donde más se registraron. Nada más en el primer semestre de ese año, se cometieron veinticinco, solo tres menos de los ocurridos en todo 2013.
Apenas el lunes de la segunda semana de mayo volvió la vida a la calle de ese sector. Después de la pelea, a las 6:00 p.m., en el vecindario no había un alma. La gente corría las cortinas de las ventanas para ver desde adentro de sus hogares cómo el miedo dominaba el panorama de la calle.
CONSUMO DE CANNABIS
En el barrio La Reina, otro sector de necesidades insatisfechas, subiendo una calle, vemos al Jhonky, el Terry, el Samy y el Joe. Todos menores de 18 años. Un conocido les dice que vengan para que nos ‘canten la zona’. El Samy tiene los ojos enrojecidos.
Un estudio de las autoridades policiales estableció que en el 2013 el 35,5 de los jóvenes de Cartagena consumían marihuana. Según estudios del Departamento de Salud, Dadis, el inicio del consumo de la hierba en 2008 era a los 20 años. Hoy es a los 13.
El Jhonky, el que nos habla de primero, luce unas gafas oscuras. Son tan grandes que parece que le taparan media cara. Tiene el aliento marcado de la cannabis reciente. Son las 4:15 p.m.
El joven lleva tatuajes en el hombro, en el brazo y en la mano. Le pido que nos deje tomar una foto a los tatuajes. Se ‘escamosean’ y se retiran diciendo: 'La buena p’a ti. Todo bien, mi vale'. Entendemos el mensaje y nos vamos también.
SE FORMA EL ‘ALETEO’
Los viernes comienzan los ‘aleteos’. El picó en los patios. En las terrazas de la esquina. Los ritmos ‘Dancehall’, el ‘Ranchanchán’ y la champeta suenan. Pura música urbana. Son canciones que no suena en la radio. Son suyas. Y son populares entre los ‘boros’.
Comienza el preludio de las danzas de los cuchillos, las danzas de la muerte. 'Todo se puede armar por un simple ‘pisotón’', me cuenta David, de 24 años. Vive en Olaya, también tiene tatuajes en los brazos, dos aros en las orejas. No estudia porque teme que 'lo maten a la salida de un colegio' los de otros grupos que lo consideran su enemigo. Por lo menos eso cuenta.
En la periferia, en los barrios más empobrecidos, los grupos no se contentan con la marihuana y el alcohol. Son fines de semana de ‘coletera’ (drogas). En el baile de picó de la cuadra se ‘empepan’ con cinco y hasta ocho tabletas de las llamadas ‘diablitos’ (clonazepan) o cuatro de rivotril. Las combinan con café, cerveza o ron. Quedan como unos zombies. Y son apenas unos niños.
Las pastillas las consiguen en algunas farmacias, a $2.000 y $3.000. O traficantes urbanos se las venden. EL HERALDO fue a seis farmacias, cuatro de Olaya y dos de San Francisco. Nos hicimos pasar por compradores de estas drogas que son de venta restringida. Entre los sectores de Rafael Núñez y Foco Rojo, de Olaya, dos dependientes dijeron que no había. Uno salió a buscar en los estantes para ver si las encontraba. Otro respondió que solo la vendía con prescripción médica. Y el último dijo que solo vendía las pastillas con un permiso del Dadis, porque sabía que se estaba utilizando para drogarse y atracar.
Lo que ‘les vende’
En las barriadas, los bravos son apetecidos por las niñas y adolescentes, que también se ‘empepan’ con ellos. Tener moto, cargar un puñal o un fierro y vestir ‘a lo bien’ les vende. En La Pajarera, un sector deprimido del barrio 19 de Abril, alias el Coraje, un niño de 13 años recién cumplidos, suele ir a jugar billar con dos pistolas en el cinto. Es el ‘chacho’, anda vestido bien bonito, como dice la canción de Lavoe, y los conductores de camiones de cerveza y gaseosas les temen.
La directora de Asomenores, Lucy Lascarro, reconoce que es creciente el consumo de drogas y comisión de delitos por parte de niños y adolescentes de sectores excluidos. Culpa a los padres por negligencia en la educación de sus hijos, porque no se preocupan porque los niños vayan a clases. Dice que detenidos hay actualmente 120 jóvenes, ya sentenciados; 30 con investigaciones en curso y otros 110 están con medidas de aseguramiento no privativas de la libertad.
DANZA DE LA MUERTE
Las cofradías de los jóvenes de los barrios extramuros ejercen dominio en sus calles o manzanas. Arman tribus urbanas. La Cartagena de la bahía, la del turismo nacional e internacional, la de los yates y cruceros de lujo, no conoce este submundo de 'la ciénaga para allá'. A altas horas, cuando ya están ‘algareteados’ (ebrios y eufóricos por la droga), se arman las guerras. Las pepas les ‘estallan’ en la cabeza. Salen a relucir armas.
Entonces empieza la danza de la muerte. Los ‘causa’ (amigos) de cada ‘boro’ parecen que bailaran el rito de la sangre, mientras se enfrentan. Atacan y se van a la retaguardia. Se doblan, mueven la mano que agarra el puñal. Lo suenan contra el piso. Y atacan a matar. La música no se apaga. Hasta que pasa lo peor.
María y Juana (nombres cambiados), dos adolescentes, en una sala de una casa, a ritmo urbano de ‘Ranchanchán’, grabaron un video en el que, cantando, describen una pelea con cuchillos. El video fue subido a YouTube. Es una canción original de un joven artista de barriada que graba sus composiciones y las sube a You Tube. Su nombre es Bayron Cantillo Nieto. Su canción ‘Cuchillo-Ranchanchán’ hasta el viernes registraba 119.229 reproducciones.
Otras dos jóvenes también llamaron la atención en las redes porque se grabaron haciendo una danza con cuchillos, en una vivienda de la ciudad extramuros, simulando los movimientos de los muchachos cuando se enfrentan a cuchillo.
Atender a jóvenes
'La tentación está a la vuelta de la esquina para nuestros niños, especialmente en los barrios marginados. Debemos pensar qué hacían unas niñas cantando o bailando esta apología a la muerte. Es la evidencia del fracaso de nosotros los educadores con los procesos sociales. Es urgente atender a nuestros jóvenes y niños, y no tener tantas preocupaciones por temas como la movilidad, la infraestructura urbana, etc. Los niños necesitan de nuestra atención. Es urgente', dice el licenciando en Filosofía y Letras y profesor universitario y escolar, Oscar Augusto Bello Rodríguez.
Diccionario de la champeta
Estas son algunas de las palabras que son usuales en el lenguaje de las tribus urbanas de la ciudad marginada, la de los cordones de pobreza que crecieron a orillas de la ciénaga de La Virgen y sus alrededores. Se utilizan entre las cofradías de los jóvenes de los barrios populares, en las fiestas con picós que organizan los fines de semana y en las esquinas de la otra Cartagena.
Boro: grupo de amigos.
Causa o vale: amigos, compañeros.
Aleteo: agitación, barullo, pelea.
Pescaito: navaja en forma de pez.
Diablito: pastilla para drogarse.
Asínafue: significa 'qué es lo que te pasa'.
Bareta: cigarro de marihuana.
Coletera: locura, drogado.
Empepado: drogado
Champeta: música afrocaribeña, también cuchillo o puñal grande.
La buena p’a ti: Contigo no hay problemas, me caes bien o no pasó nada.
Canción urbana Cuchillo-Ranchanchán.
'Cuchillo, p’a matarte, se forma el ‘aleteo’/ Cuchillo, p’a matarte, estoy loco y no ‘copeo’/ Cuchillo, p’a matarte, se forma el ‘aleteo’'