La primera piedra del hotel Caribe de Cartagena, pionero de su clase, se colocó en 1939, en un extremo de la entonces solitaria península de Bocagrande, entre el mar Caribe y lo que es hoy El Laguito. Sitio donde los escolares, como dicen los escritores de la época, se escapaban de clases para coger hicacos y uvita playa, y en donde habitaban unos cuantos pescadores de sábalos.
En una extensión de 20.000 metros cuadrados, orientado hacia el norte, por lo que recibía en pleno las brisas que por aquellas décadas soplaban casi todo el año, se desarrolló este proyecto, que marcó un hito en la historia hotelera de la ciudad y la nación.
Más de setenta años después de aquel inicio ambicioso y soñado, el Hotel Caribe -que transformó a Bocagrande y que se convirtió en el inicio del desarrollo de un núcleo turístico, comercial y residencial para la ciudad- es básicamente el mismo.
Esta joya de la arquitectura tropical fue diseñada por el maestro cubano José Carrerá Machado, que logró una mágica combinación y aprovechamiento de espacios para un hotel donde sus antiguos huéspedes podían oír el rumor del mar y recibir las brisas salitrosas a placer.
Carrerá, fiel a su ingenio y sabiduría, creó un hotel horizontal con su sello profesional y artístico. Con una arquitectura semejante a la del hotel El Prado, de Barranquilla; y al Hotel Habana Riviera, en Cuba.
El distinguido historiador cartagenero, fallecido en 1996, Donaldo Bossa Herazo, escribió en una ocasión que a la primera persona que escuchó decir que Cartagena necesitaba un moderno hotel fue al finado expresidente Alfonso López Pumarejo, quien dijo que debía ser en Bocagrande, 'un hotel rodeado de jardines y árboles que dieran fresco a todo aquello'.
Aunque Bossa Herazo lo dudó, años después recordaría que 'siempre que voy al Hotel Caribe y miro lo que hay allí en torno a la piscina, me digo a mí mismo: 'El doctor López tenía razón''.
Después de hacer realidad esta proeza arquitectónica y hotelera, el Hotel Caribe se convirtió en el sitio más glamoroso y moderno de la ciudad y, quizá, del Caribe colombiano. Hoy es Monumento Nacional.
Por muchos años, desde 1947, fue el albergue central de las reinas de la belleza del país. En sus habitaciones se hospedaban cada noviembre las mujeres más bellas de la Patria y decenas de curiosos iban hasta las puertas del hotel, en romería, para ver si eran reinas de verdad, verdad, y no de cuentos de hadas.
En una nota periodística de la época de un diario local, se habla que en el anteproyecto del hotel, en su plano de construcción y en la construcción misma, 'intervinieron los señores Rocha y Santander, de Bogotá, y los ingenieros Pedro Mardino, Manuel Carrerá y Enrique Zeisel'.
La descripción del hotel, inaugurado en 1945, es esta: 'El edificio tiene cinco pisos con ochenta y siete habitaciones, entre dobles y sencillas, todas con vista al mar, con una capacidad total para ciento setenta y dos pasajeros'.
Y agrega: 'Como los grandes hoteles de Nueva York, de Buenos Aires, de Río, en el Hotel Caribe los cuartos, los departamentos están dotados de servicio de agua caliente y aire acondicionado'. El primer gerente, Miguel de Pombo, decía por entonces: 'tendremos el hotel más moderno y cómodo de la Costa Atlántica'.
Más de medio siglo después, este sigue siendo uno de los hoteles más apetecidos por los turistas nacionales y extranjeros, y lo que más les cautiva son sus jardines, sus pasillos, sus columnas y arcos, que han sido conservados por sus dueños.
Son 35.000 metros cuadrados: 20.000 de área construida. La magia de su arquitectura está en los arcos de medio punto, los balcones y las amplias ventanas, típicas del Caribe. A pesar de los embates del modernismo, el hotel conserva su línea original y el ambiente envuelve a sus visitantes.
El hotel en los años setenta amplió su planta física, que logró integrar armónicamente a la estructura original. En 1989 recibía cerca de 100.000 huéspedes al año, entre colombianos y extranjeros. Hoy el promedio es de 130.000 a 135.000 huéspedes al año.
Posee actualmente 363 habitaciones, es un hotel cinco estrellas y quienes se alojan en sus habitaciones aprecian la conservación de su arquitectura pasada. Los salones, los detalles y decoración de los techos. Incluso, elogian los ascensores, que siguen a la usanza de antaño, con ascensoristas de manigueta y cierre de reja. El único en esta Cartagena que se llenó de hoteles modernos y verticales.
Los jardines creados por el maestro cubano Carrerá hoy son una atracción inigualable, pues tienen una espesa vegetación donde cantan los pájaros y habitan animales del hotel, como perezosos, tucanes y guacamayas, entre otros, que hacen parte del disfrute de los huéspedes, especialmente en horas de la mañana.
La puerta de madera y vidrio de la entrada principal posee cerrojos de bronce que son brillados todos los días, para que este monumento arquitectónico siga siendo un orgullo de la ciudad más hermosa de América, y que guarda el encanto de su creador.