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Seis de la mañana del domingo. Los primeros rayos del astro rey asoman con un brillo tímido detrás de las trasnochadas nubes, que aún merodean en el cielo cartagenero. En el suelo, el alba es recibida por pocas personas que se van encontrando en las bancas de la principal plaza del barrio Getsemaní.

Allí sentados, los madrugadores degustan el primer sorbo de café, leen la primera noticia del diario y comparten la primera tertulia del nuevo día. A unos pocos pasos, frente a la Iglesia, se escucha el barrido de las escobas de los aseadores públicos. Retiran botellas, latas, colillas de cigarrillos y demás desechos que evidencian la fiesta vivida en la noche anterior.

Descontrol bajo las estrellas

Cada fin de semana, la noche invita a caminar por las estrechas calles de Getsemaní y ya dentro de ese laberinto colonial, todas las rutas conducen a La Trinidad. Es ahí donde se ubica el corazón adoquinado del populoso sector, que poco a poco late con mayor intensidad en medio del bullicio de decenas de visitantes foráneos.

En ningún otro lugar de Colombia se reúnen tantos extranjeros y nativos en un espacio tan pequeño. Donde la sofocante temperatura se neutraliza entre mares de cerveza y se respira un aire de libertinaje que se apodera de los cuerpos presentes. Allí todo vale, no hay reglas que te impidan disfrutar a tu antojo, o al menos eso es lo que se percibe ante la vista de todos.

Es precisamente ese comportamiento descontrolado el que tiene molestos a los residentes permanentes de Getsemaní. Nativos que se criaron desde niños en este pedazo del corralito de piedra y otros que llegaron pero nunca más se fueron. Ellos son quienes padecen ante los constantes actos reprochables que atentan contra su dignidad.

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Una lucha de todos

Uno de las tantas personas indignadas es Ana María Restrepo, una vendedora que vive en el barrio desde hace 17 años y que pese a no haber nacido en sus entrañas, se considera una orgullosa getsemanicense. Ella fue una de las organizadoras de la protesta que convocó a los habitantes del sector el pasado sábado, para marchar y exigir respeto por su territorio.

'Ya estamos cansados del mal comportamiento de los visitantes. Hay mucho consumo de drogas y alcohol en la plaza. Ya los niños no pueden jugar aquí. Vemos gente bebiendo en el atrio del templo, que amanece lleno de botellas. Además, las calles son utilizadas como baños y muchas veces hemos sido testigos de escenas obscenas. Hasta condones han encontrado en las puertas de la iglesia', aseveró Restrepo.

Ana María afirma que la comunidad no se opone a la llegada de los turistas extranjeros, 'Por el contrario, les damos la bienvenida con los brazos abiertos', pero a la vez les exige un mejor comportamiento y mayor respeto, principalmente con los niños. También hizo un llamado particular a los getsemanicenses. 'Ojalá que esta protesta no sea de un solo día. Les pido a todos que sigamos en la lucha por el futuro de Getsemaní. Por el futuro de nuestros hijos', puntualizó.

La plaza de todos

Según Carmelo Hernández, dirigente cívico y getsemanicense desde hace 54 años, una de las cosas que más daño le están haciendo al barrio, es la poca de atención de las distintas administraciones que han gobernado la ciudad.

'En este barrio fue donde se gestó el Grito de Independencia en 1811, un hecho que repercutió en la historia de Cartagena y toda Colombia. Por eso no entiendo, como las autoridades han permitido que estén acabando con los raizales. No solo nos han ido acabando con la gentrificación por parte de los inversionistas, sino también por la falta de atención del mismo Distrito', aseguró, el líder comunal.

Hernández también se refirió a los acontecimientos que afectan la tranquilidad de los residentes del barrio, en especial por el asesinato ocurrido el pasado sábado, done un vendedor ambulante murió en la Plaza de la Trinidad tras discutir con otro hombre. 'Este tipo de hechos nos afectan a todos, porque no están relacionados con los nativos. La persona que murió no vivía aquí y eso ocurre porque no han invadido nuestro espacio', lamentó.

Al igual que Carmelo, los getsemanicenses sueñan con recuperar La Trinidad y devolverle el significado que le asignaron las generaciones pasadas. 'Es nuestro lugar de encuentro vecinal, donde todas las personas se reúnen y comparten. La plaza siempre ha sido el patio de nuestra casa'.

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