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Cartagena. Torino, Italia, es un recuerdo cada vez más lejano. Lo lleva en el corazón. Allí vio por primera vez la luz del mundo. Pero sus últimos días, ‘el último fumador de habanos y de tabacos’ dice que los pasará en Cartagena porque ya no tiene remedio: el conjuro de la ciudad de piedra lo enamoró perdidamente. Sucumbió a un hechizo del que no se librará nunca, como otros tantos no han podido, ni podrán hacerlo por más que lo intenten... Si es que lo intentan.

Doménico Airaudo acaba de cumplir 19 años de haber pisado la arena de mar de Cartagena de Indias y de haber bañado sus manos y rostro con las olas tibias del Caribe.

Como él mismo lo cuenta, vivió 40 años de su vida en los Alpes de Italia. Siempre soñó con vivir junto al mar y en esta ciudad no solo lo encontró. También halló un corralito de piedra de más de 400 años, lleno de leyendas, misterios y encantos.

'Aquí vivo feliz. La gente es descomplicada, el valor humano es grande', dice con su rostro colorado y deleitando un puro cubano en su boca.

Vino de la ciudad hermana, casi gemela, La Habana, Cuba, a desarrollar un proyecto empresarial de distribución de tabacos colombianos y habanos cubanos. No solo lo logró con éxito, sino que convirtió a una de las sedes de su negocio, La Cava del Puro, en la Calle San Juan de Dios, en el más famoso sitio donde concurren estrellas del cine y la televisión; políticos del país y del extranjero; marineros sin cachucha; habladores de paja consumados; turistas novatos en la cultura del puro; y mochileros con tres días sin bañarse.

A todos los atiende por igual. Bill Clinton, el ex presidente de la nación más poderosa del mundo, no solo ha ido una, sino tres veces; y no únicamente a comprarle tabacos, sino a conversar con él sobre Cartagena, sobre los días de esta ciudad patrimonial, de sus pesares y glorias.

Doménico, como todos lo conocen, le sabe el pulso a la ciudad. A su refrigerada tienda de habanos van muchos que ostentan las riendas del Corralito y entre un Cohíba o un tabaco de hojas de El Carmen de Bolívar, y un ron de caña añejado 12 años, se entablan conversaciones envueltas en humo, en las que se compone al mundo y se saben los rumbos que lleva la ciudad.

También van vendedores de artesanías, las negras de las frutas o los jóvenes que hacen de estatua humana para cambiar los ‘dolaritos’ que les dejan los veraneantes del extranjero. Con ellos también se queda hablando, conociendo sus alegrías y sus tristezas, los cuentos de sus vidas, de la calle, historias que no terminan de sorprenderlo.

1. Con el expresidente Bill Clinton, cliente y contertulio. 2. Orlando Cabrera estampó un autógrafo a Doménico. 3. Tiger Woods ha sido uno de sus clientes.

Clientes ilustres

El italiano tiene de clientes a decenas de personalidades que a Cartagena llegan a fumarse un puro de calidad de vez en cuando. Entre ellos los expresidentes de Colombia Andrés Pastrana y Ernesto Samper; los exbeisbolistas de Grandes Ligas Orlando y Holbert Cabrera; y el ministro Rodrigo Pardo. En Estados Unidos también ha conversado con el golfista Tiger Woods sobre habanos. Y fue su cliente el fallecido periodista Roberto Posada García Peña, D’Artagnan, entre otros.

Dice que el secreto de haber consolidado su tienda en Cartagena es el ambiente familiar que ofrece a los fumadores de habanos y tabacos. Actualmente vende 20.000 habanos premium cubanos y 25.000 colombianos al año. De tamaño pequeño o mini tabacos, las ventas llegan a 200.000.

Sostiene que la cultura del tabaco está en ascenso y no duda en que sus mejores clientes son los estadounidenses, porque su país tiene una larga tradición del fumar tabacos; y los brasileros. Sin embargo, estos últimos, con la situación económica de su nación, han bajado la frecuencia de compra y visitas a la ciudad.

Por supuesto que el tabaco que más solicitan los clientes es el cubano. Pero, cuando él llegó de la isla a Cartagena buscaba impulsar el tabaco cuyas hojas se siembran en los Montes de María, especialmente en El Salado, El Carmen de Bolívar, y en Santander.

La idea era crear un tabaco colombiano de calidad y lo logró con sus socios. Hoy, en sus tiendas en Bogotá, Medellín y San Andrés muchos extranjeros también llevan a sus países productos nacionales.

Su sueño es impulsar más esta industria, que no duda que generará empleo y bienestar a los campesinos cultivadores. Y se alegra de que en El Salado, el pueblo que sufrió una de las más crueles masacre de parte de los paramilitares, hace más de 16 años, hoy se esté organizando un proyecto a gran escala para producir y exportar tabaco, como en las buenas épocas, con el apoyo de Procolombia y las fundaciones que trabajan con estos lugareños.

En defensa del tabaco

Aunque Doménico sabe que hay críticas para el habano y el tabaco dice que es un placer de la vida porque, a diferencia del cigarrillo, no se aspira; que no contiene químicos, es hoja natural, y que lo que se hace es degustar el humo en la boca y luego expulsarlo.

Asegura que fumar tabaco y saborearlo con un ron es un gran placer, porque este dilata las papilas gustativas y valoriza el sabor del puro. De hecho, en su tienda ofrece un ron cartagenero, Dictador, que gracias a su clientela internacional tomó auge. Una vez un comprador polaco y otro suizo lo probaron y quedaron encantados. Ellos empezaron a llevarlo a distintos países del mundo. En 2015 se exportaron tres millones de botellas de este ron.

Doménico cierra su tienda a las ocho de la noche. No deja de trabajar un solo día a la semana. Pero más que trabajo, es su felicidad. Los amigos van y vienen. Llegan fumadores y compradores de todas las estirpes y países y él siempre les tiene una buena palabra, un buen gesto y un motivo para hablar y pasar un instante de placer y relajación, mientras el mundo parece acabarse día a día, allá afuera, del otro lado de la puerta de entrada.