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CARTAGENA. En un extremo de la cima del cerro de La Popa el arzobispo de Cartagena, monseñor Jorge Enríquez Jiménez Carvajal, daba la bendición a los feligreses que rodeaban la imagen de la Virgen de La Candelaria, antes de salir en procesión; y al otro lado, a unos cuantos metros, un picó 'botaba' el éxito champetero del cantante Prix 06, 'La niña mimada', mientras algunos saboreaban una cerveza helada, a la espera del desfile religioso.

Todos los 2 de febrero lo devotos de la Virgen Morena, patrona de los cartageneros, suben La Popa para agradecerle por sus milagros y protección. Es una tradición desde los tiempos de la colonia, cuando las familias adineradas se iban a sus casa de campo en las faldas del cerro, con sus criados, a disfrutar esta fiesta religiosa.

Desde entonces la romería se da años tras años. Niños, jóvenes y ancianos suben el cerro a pie, en burros o caballos para después bajar, entre rezos y cánticos, con la imagen de la Virgen, y vestida con atuendos nuevos para la ocasión -en esta oportunidad con una túnica de color cereza y velos blancos-, en una procesión que desde las faldas del esta elevación llega hasta la ermita del barrio Pie de La Popa.

La fiesta religiosa se convierte en pagana. Decenas de vendedores de ocasión, de comidas cargadas de colesterol, de caña de azúcar, chucherías y refrescos ponen sus ventorrillos a lo largo del camino que lleva al santuario de la Virgen, o en la cima donde llegan cientos de cartageneros de todas las clases sociales con ocasión de la novena a la santa, que termina el 2 de febrero de cada año.

Muchos fieles de la Virgen de La candelaria también le prenden velas en el altar que se encuentra a mitad de camino del cerro y llevan a sus hijos vestidos de ángeles para pagar mandas por los milagros que le atribuyen a la santa.