La edificación más antigua e imponente de la ciudad colonial, el Palacio de la Proclamación, estaba cayéndose a pedazos. Tenía más de un siglo que no se le hacía una intervención profunda, pues se había convertido casi que en una ratonera de oficinas hacinadas, llenas de burócratas, como comisaría de un pueblo perdido.
Hace tres años comenzó un proceso de recuperación del inmueble patrimonial, pero, hasta hace un par de semanas, la gente estaba preocupada pensando que la sede colonial, en la que leyeron la proclama de independencia de Cartagena, nada más ni nada menos, le había venido peor la cura que la enfermedad.
El año pasado, para colmo de males, ladrones que no han sido encarcelados se metieron al segundo piso, violentaron las puertas inmortales del edificio y, aprovechando el abandono por la suspensión de las obras iniciadas en 2013, se llevaron muy campantes un óleo de Simón
Bolívar pintado por el retratista Epifanio Garay, en el siglo XIX.
El robo puso de presente las fallas de la Gobernación de entonces en la custodia de este tesoro histórico, un edificio de 4.500 metros cuadrados, ubicado en el corazón de la ciudad fortificada, que posee en sus entrañas fantasmas y espíritus de cientos de años, secretos aún por revelar e historias habidas y por haber.
Este fue por décadas el Palacio desde donde despacharon los gobernadores de Bolívar. Su olor a rancio, sus salones misteriosos, sus paredes pintadas de cal, sus recovecos y sus pasillos eran un embrujo que combinaba viejas hazañas de la Cartagena de la colonia con los capítulos de victorias y vergüenzas protagonizadas por los políticos de las eras recientes.
Obras paralizadas
Hoy, 36 meses después de que el entonces gobernador Juan Carlos Gossaín lanzara con bombos y platillos el anuncio de la 'restauración completa' de la sede colonial, que ocupa media cuadra en la zona amurallada al frente de la Catedral de Santa Catalina de Alejandría y del Parque de Bolívar, el inmueble sigue encerrado y destronado en sus entrañas. Un reguero de cosas viejas y el polvorín dominan el interior.
Hortensia Borge, secretaria de Infraestructura de Bolívar, reconoce que hay 'algunos atrasos' en las obras de restauración, pero augura, como antes lo hizo Gossaín, que la recuperación de la edificación de antaño será 'un regalo' para la ciudad, 'como nunca antes se había hecho'.
Durante estos tres años algunas áreas del Palacio sirvieron de guarda-chécheres de los mercaderes informales de la ciudad de piedra. También de carritos de arepa de queso, poncheras de palenqueras, vendedoras de frutas, tenderetes de baratijas, disfraces de marajás que flotan en el aire sin que nadie los sostenga y otros elementos del rebusque.
Surgieron impases
Para eso había quedado, hasta que se resolvieron las diferencias entre los ejecutores de las obras de restauración, contratadas por la Gobernación, y expertos en patrimonio del Ministerio de Cultura.
El arquitecto restaurador Alberto Samudio, encargado de la segunda etapa de la intervención, explica que la primera fase –llevada a cabo entre 2013 y 2014– consistió en el 'apuntalamiento de la edificación' literalmente en ruinas y la elaboración de los diseños. Luego el Ministerio de Cultura puso una serie de condiciones al diseño de la restauración y en el tema de la cubierta de la tercera planta surgieron diferencias que alargaron la fecha de inicio de la segunda etapa.
Reactivan el plan
El costo total de los trabajos es de $32.000 millones que proceden del Gobierno nacional y de recursos de las regalías. La idea del exgobernador Gossaín fue la de convertir el Palacio en museo y centro para actividades de las artes y la cultura. Para ello construyó un centro administrativo en Turbaco, municipio del norte de Bolívar, en el que hoy funcionan todas las dependencias departamentales, liberando la Proclamación de estas oficinas oficiales.
Por eso se creía que, por siempre, la actividad política y pública se alejaría del histórico inmueble. Pero en reciente visita que hizo EL HERALDO a los trabajos, reiniciados hace unos 20 días, la Secretaria de Infraestructura confirmó que el despacho del Gobernador seguirá en el mismo sitio de la segunda planta, donde por años se resolvieron asuntos administrativos y políticos de esta comarca.
Trabajo con arquéologos
Cuando esté remodelado el Palacio contará con un espacio reservado para locales comerciales y salones para presentaciones artísticas. El arquitecto Álvaro Barrera, quien hace parte del grupo de trabajo del proyecto, explica que una edificación de esta envergadura 'no puede sostenerse sola' y que por eso se justifica el establecimiento de zonas de comercio para alquilar.
La secretaria Borge señala que en la segunda etapa, de acuerdo con el contrato, los trabajos deben demorar 14 meses y revela que habrá acompañamiento de expertos en arqueología para 'garantizar que se respeten los hallazgos' que se hagan en el lugar, como suele suceder en esta zona de Cartagena. Recuerda, por ejemplo, que cuando realizaron la adecuación del monumento póstumo al Premio Nobel Gabriel García Márquez, en el antiguo Claustro de La Merced, encontraron un aljibe de la época de la colonia.
¿Sin atraso?
La segunda etapa está a cargo del consorcio Casa Cabildo, con el arquitecto restaurador Samudio a la cabeza, un profesional reconocido en la ciudad; la interventoría la hará la firma Corinsa.
'Este proceso es lento, pero vamos a trabajar duro. Con todos los permisos aprobados, nada debe detenernos. Será una intervención histórica', destaca Borge.
Según datos históricos, la última intervención de tipo decorativa que tuvo el Palacio de la Proclamación fue en los años 40, en el último piso, y estuvo a cargo del también reconocido arquitecto de aquella época Miguel Sebastián Herrera.
De manera que más de medio siglo después se reinicia una etapa de restauración profunda del preciado inmueble de los años idos, para enaltecer a la ciudad más bella de América y para darle descanso a los espíritus que habitan este edificio antiquísimo, que esperan que les devuelvan sus espacios, sus rincones, sus tejados y olores que ocuparon y tuvieron por siglos de siglos.