Uno de los artistas que se ha mantenido fiel a sus raíces musicales, pese a vivir en una época en la que priman los sonidos urbanos, es Juan de la Cruz Piña Valderrama, un hombre que con su voz ha hecho historia dentro de la música tropical colombiana.
A ritmo de cumbia, porro, chandé y vallenato, el denominado ‘Niño de San Marcos’ se ha mantenido firme durante 60 años de trayectoria, los cuales Carnaval S.A.S. reconoce este año al escogerlo como el homenajeado de la Noche de Guacherna.
El artista sabanero quien no es muy partidario del tema de tributos, manifestó en dialogo con AL DÍA que estuvo a punto de no aceptar, porque eso de andar 'tirando besos' y desfilando no es lo suyo, pero su familia lo convenció de decir presente en el desfile nocturno más importante de las carnestolendas.
'No me gusta mucho el tema de los homenajes, soy muy noble, pero creo que los organizadores del Carnaval vieron en mí a un verdadero defensor a capa y espada de nuestra música tropical colombiana, incluido el vallenato, porque la gente bien sabe que crecí musicalmente como corista de los grandes cantantes como Diomedes Díaz, Poncho Zuleta, Jorge Oñate, Binomio de Oro, entre otros', declaró Piña sentado en un banco en la sala de su residencia ubicada en el norte de Barranquilla, ciudad que lo declaró hijo adoptivo.
Este músico sucreño de 68 años, jamás se ha apartado del legado musical que recibió de su padre Juan Piña Arrieta, quien desde niño lo guió por el sendero de la música. En vez de juguetes, el pequeño Juan se entretenía sacándole notas a los redoblantes, bombos, platillos y guitarras de la banda de su padre, lo que le fue educando el oído y lo llenó de requisitos para a los 8 años debutar a nivel profesional interpretando su primera canción Dile que por mí no tema, de Celia Cruz. En San Marcos en la década sesentera se colaba la señal de la emisora La Voz de las Américas de Cuba, lo cual despertó gran interés por explorar la música antillana, pero como él mismo lo afirma 'se mueve como pez en el agua' cuando canta un porro o una cumbia.
'El vallenato también me gusta, temas como Compañera de Daniel Celedón, el cual es dedicado a una mujer y yo cuando le hice los coros sentí que era para mi madre (Blanca Valderrama), porque ella desde que mi papá murió se convirtió en todo para mí. Quedé huérfano a los 14 años y ella fue mi timón. Yo inicié a trabajar porque la plata no alcanzaba para todos, éramos 21 hermanos, de los cuales mi mamá tuvo 11 y como en los equipos de fútbol había que sacrificar a uno y ese fui yo'.
Nació para grandes retos
El pequeño Juan no se amilanó ante el titánico reto que el destino le había puesto y por el contrario se llenó de valor para afrontarlo. Hoy con una satisfacción que se le nota en la mirada, la cual brilla al expresar cada palabra, ‘El Niño de San Marcos’ asegura sentirse satisfecho de haberse llenado de gloria cantando cumbias, porros, chandé y vallenato.
Al preguntarle por el legado que recibió de su padre, con la sinceridad que lo caracteriza, dice que va mucho más allá de lo musical. 'De mi padre aprendí la rectitud y el respeto, él no permitía que le pusiéramos siquiera un sobrenombre a alguien. A nivel musical me enseñó las primeras tonalidades de la guitarra, me ayudó a ser afinado. Recuerdo que una vez nos preguntó a todos sus hijos qué queríamos ser cuando grandes y uno dijo Policía, otro astronauta y otro dijo que ladrón, fue algo muy jocoso. Yo le dije que quería ser músico, pero no para andar cargando instrumentos, sino un gran cantante, y en eso me pude convertir gracias a sus enseñanzas'.
En la tranquilidad de su hogar, quien llega puede descubrir algunos secretos que hablan del talento que posee este referente de nuestra música tropical, el cual trasciende al mero hecho de ser cantante. El maestro Juan Piña es un virtuoso ejecutando el bajo, instrumento que aprendió a tocar viendo las presentaciones del venezolano Óscar D’ león a quien admira mucho. Al lado de su escritorio se encuentra un bajo pintado con los colores de la bandera de su natal San Marcos (verde, blanco y amarillo). 'Este es uno de los instrumentos más difíciles de tocar, por la precisión que se debe tener en cada nota, a diferencia de la guitarra no tiene trastes y eso te exige a fondo para marcar bien cada melodía. Dios me dotó de este talento y empíricamente pude aprenderlo', manifestó.