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53 años de violencia ejercidos por el mayor grupo armado ilegal en Colombia y en el continente, podrían estar a punto de dar el primer paso para su fin; y considerar excesivo o no lo que se les está otorgando en el Acuerdo Final, requiere ciertas reflexiones.

Acerca de si va a haber o no impunidad es importante recordar que “tragarse los sapos” que plantea la justicia transicional no es ni ilegítimo ni va a llevarnos al caos como muchos lo indican. Y es que ¿cuál es el objetivo de enviar a las cárceles, saturadas de presos y en condiciones humanitarias críticas, a los miles de guerrilleros que entran en el Acuerdo? ¿Qué tan efectivo nos resulta para el posconflicto, y para nuestro propio bolsillo, mantener a miles de presos que pueden seguir delinquiendo? Eso no va a devolver a los miles de muertos, ni va a regresar a los desaparecidos, pero permitirá que sus familias sepan qué pasó con ellos. Mientras que el desminado y la reconstrucción infraestructural resultarían más efectivas que el encarcelamiento y olvido de los guerrilleros, porque en el régimen penitenciario es a lo que están condenados: al olvido.

Garantizarles participación en la política no resulta descabellado, de hecho, en los procesos de paz llevados a cabo en otros países (Nepal, Angola y Sudán, entre otros) las curules garantizadas excedían de lejos las 10 que se les están dando a las Farc; además, estas tienen un carácter transitorio y su número no amenaza las decisiones legislativas.

Cuando reflexionaba acerca de la seguridad que se les garantiza como partido político, recordé un triste y vergonzoso hecho para nuestro país: la masacre de Segovia en 1988, dirigida contra ellos por elegir a la primera alcaldesa de la UP. Los paramilitares pasaron sin problema 3 retenes militares de la única vía que daba acceso al pueblo. Murieron 43 personas.

El primer paso para construir una paz que trascienda generaciones, es reconocer que nos hemos equivocado todos: el Estado que sumió la población rural en desmedido abandono, las Farc que son culpables del sufrimiento de inocentes, y nosotros que resultamos más divididos por el odio y el resentimiento que alentados por el sentimiento de perdón que genera cambios positivos y necesarios; el segundo, votar Sí al plebiscito.

Stefhany Castro García.
Estudiante de Ciencia Política