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Con la llegada del fin de año no solo aparecen las brisas frías, la firma del acuerdo de paz, y las fiestas, sino el desfile de padres de familia en las instituciones educativas preocupados por el desempeño académico de sus hijos. Si bien es cierto que de conformidad con algunos sociólogos, “La familia es el eje central de la sociedad”, también se debe recalcar el deterioro actual en el que se halla la familia, como precursora y primer lugar de formación de nuestros hijos. En una sociedad que se desarrolla en medio de vicisitudes.

Al padre y a la madre, les ha tocado desarrollar en su conjunto actividades laborales con el propósito de solventar necesidades propias del hogar. La preocupación además de ser reinante debe atender demandas casi que inexorables dentro del seno del hogar, tales como: vivienda, alimentación, educación, salud, bienestar, indumentaria y pare de contar, descuidando o en el peor de los casos, cediendo a terceros la formación primordial de sus hijos en los primeros y vitales años de vida. Los abuelos, los tíos, los vecinos en más de una ocasión asumen responsabilidades que solo son propias de los padres, ante la desatención de éstos originado por el desarrollo de otras actividades que en su momento son de alguna manera mucho más importantes.

Los alumnos en su gran mayoría divagan sin brújula, parecieran no tener control, su apatía a la educación es mucho más que una constante, su poca voluntad es una especie de virus contagioso que se propagó sin que exista a la vista alguna vacuna que contrarreste esta actitud. Se necesita ser más que un padre comprometido para sacar adelante procesos de corte académico y formativo, que a la postre nos darán mejores individuos y por ende mejores sociedades. La familia ha delegado su responsabilidad a la escuela, y está cada vez más se queja de la falta de compromiso de los padres, generándose por decirlo así un debate sin límites al que poco o nada se le apaciguan soluciones. La sociedad desde luego viene o no juzgando el producto final, de esta problemática social, que son jóvenes cada vez menos entendidos por sus accionares en el pensamiento colectivo de los formadores y la sociedad.

Se requiere desde luego cambios mucho más puntuales, se debe reorientar el papel importante de ser padre, y asumir el rol que realmente nos corresponde con sus compromisos. Es hora de revaluar el concepto de familia, no entendida como el claustro solo de procreación, sino de compromisos serios para mejorar nuestra estructura social, la sociedad en su conjunto espera más de la familia, y ésta debe ser activa, dinámica, y atenta a la formación de cada vez más mejores individuos.

César Gamero De Aguas.