Hablar de psicólogos, terapias o tratamientos aún es un tema sensible en nuestro País, pues desafortunadamente hemos crecido en medio de una sociedad llena de “tabúes” y “prejuicios” que, en lugar de ayudarnos, han sido impedimento para nuestro crecimiento.
Si. Quien escribe este texto, es decir, yo, he ido y aún voy a terapia. Me llamaron “débil” y “tontita” por hacerlo. Y fue justo en medio de la terapia donde descubrí la verdad. No soy ninguna persona débil ni tonta. Al contrario, soy una persona que tuvo la valentía de aceptar y reconocer que necesitaba ayuda, de buscarla y de tratarse para salir adelante.
Mis terapeutas son Nicolás y Jorge, hombres preparados y con una calidad humana indescriptible. Me han visto llorar, derrumbarme, sentir miedo y angustia. Pero también han visto mis capacidades, destrezas y talentos. Han creído en mí cuando yo he dudado.
Han abrazado mi vulnerabilidad. Juntos en medio de un proceso doloroso hemos descubierto cada una de mis heridas para poder sanarlas poco a poco. Me han ayudado a despertar a la niña y adolescente interior que viven en mí. Les he contado cada sueño que se había quedado en el camino y que pensaba que ya no podía cumplirlos y con ellos aprendí que Dios y la vida me estaban dando la oportunidad de reconstruir no sólo esos sueños sino reconstruirme a mí misma.
Tuve que reconocer que me había roto en pedazos pero que aún podía tomar cada uno de esos pedazos para armarme de una mejor manera. He logrado ver tantas cosas que antes no veía.
Fue como si se me cayera poco a poco una venda de los ojos. Me sucedieron muchas cosas en el pasado. Algunas no las noté. Otras sin darme cuenta las permití. No sabía poner límites y tampoco decir que NO.
Hoy, soy como una oruga que está en proceso de convertirse en mariposa para poder abrir sus alas y volar. Volví a estudiar, que es de las cosas que más me gusta y que seguramente seguiré haciendo cada vez que tenga la oportunidad. Volví a escribir, que es una de mis pasiones y prueba de ello es que aquí estoy escribiendo en este diario al que le tengo un amor inmenso.
No sé a dónde me lleve la vida. Pero si sé que ahora tengo un nivel de consciencia más alto. Mi corazón ha vuelto a mostrarme mis sueños más profundos.
Soy hija única y hoy sé que la familia no siempre es de sangre. La familia también son esos amigos que han sentido tu dolor, que te acompañan, que te ayudan, a los que les puedes tener confianza y que te demuestran su lealtad. No los que están sólo en los momentos de alegría. Para eso la gente sobra. Los verdaderos son los que están siempre. Los que te pueden mirar a los ojos y aunque los tengas llenos de lágrimas, te van a decir que: “Tú si puedes”.
Ellos saben que mi gratitud hacia él es eterna. Que los veo como ángeles que Dios me envió y que será difícil que se liberen de mí. Yo no pienso dejar de pedirles sus consejos y deseo que haga parte de mí vida siempre.
A todos los invito a ir a terapia. Les aseguro que es un bálsamo para el alma y como dijo la reconocida actriz Cecilia “Chichila” Navia en una entrevista en el programa Bravísimo del canal City TV: " En Colombia, existimos dos tipos de personas: Los que ya estamos en terapia y los que necesitan ir a terapia”.
María Leonor Sierra Almanza.
Abogada. Especialista en Derecho Público.
Especialista en Comunicación Pública.
Magister en Derecho Público.