Mañana, 11 de octubre de 2011, cuando celebro mi tercer mes como judicante del Establecimiento Carcelario de Justicia y Paz La Modelo de Barranquilla, quiero contarles acerca de esta maravillosa experiencia en la que me embarqué y que no olvidaré jamás.
Quiero empezar por el principio; ad portas de terminar décimo semestre, le expresé a un gran amigo el deseo de hacer la judicatura en el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario, pues él me sería de gran ayuda porque estaba culminando su labor como judicante en La Modelo, y además, tenía conocimientos de mis aptitudes como estudiante de Derecho.
Él accedió sin titubear a mi petición y me dijo cuáles eran los documentos que requeriría para ingresar a este organismo del Estado. Una vez cumplidos todos los requisitos y formalismos necesarios exigidos por el Inpec, tomé posesión el día 11 de julio del presente año.
La primera semana fue de instrucción, varios de los compañeros, también judicantes, se ofrecieron a darme indicaciones y a explicarme sobre la labor que desempeñaría durante los próximos seis meses. A esta etapa, yo la llamé ‘semana de adaptación’. Gracias a la ayuda brindada por mis compañeros, a los quince días ya sabía ejecutar casi perfectamente cada una de las tareas que se le asignan a los asistentes jurídicos del establecimiento.
En lo que va corrido de este tiempo, he aprendido que muchas de las personas que se encuentran allí recluidas merecen una segunda oportunidad laboral, familiar, académica, es decir, una nueva oportunidad de vivir y relacionarse con el entorno, porque la cárcel misma cumple una función de resocialización como lo estipula la norma.
El trato que nos brindan los internos del penal es de respeto y agradecimiento por ayudarles jurídicamente en su condición de procesados; muchos de ellos trabajan o estudian para redimir la pena y gozar de beneficios administrativos. Permisos de hasta 72 horas, libertad condicional o libertad por pena cumplida son las asesorías que se solicitan con más frecuencia, y en las que estamos prestos a brindar nuestra colaboración.
El ambiente que se vive en la Oficina Jurídica entre compañeros es de camaradería y de mutua cooperación, el tiempo allí literalmente se pasa volando.
A pesar del poco tiempo de estar compartiendo juntos, nos une una incipiente fraternidad, en especial con aquella persona encargada de expedir cartillas biográficas y certificados de conducta, a ella le profeso un enorme cariño y aprecio por regalarme sus sabios consejos.
En estas cortas líneas quise resumir la vivencia de lo que hasta ahora ha sido una grata e inolvidable experiencia, y sé que al finalizar la judicatura me iré con la satisfacción del deber cumplido y pregonaré a los cuatro vientos que no solo fui una persona honesta, íntegra, con espíritu solidario y que serví de gran ayuda a quienes necesitaron de mí, sino que aprendí a valorar más al ser humano, en especial a aquellos que estando privados de la libertad, me confesaron con valentía haber cometido errores de los cuales están arrepentidos, y que estoy seguro aprendieron la lección.
Puedo decir, sin temor a equivocarme, que la judicatura en el Inpec produjo un punto de inflexión en mi vida, y hoy día soy un ser filántropo, altruista y con vocación de servicio.
Guido A. Illidge Cardona.
Twitter: @GuidoIllidge