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Unas de las líneas de El Padrenuestro, la oración emblemática del catolicismo clásico, rezan así: “...perdona nuestras ofensas, como nosotros también perdonamos a quienes nos ofenden”. No puede ser más evidente esa dialéctica argumentativa del perdón que invocamos cada vez que participamos del ritual religioso de la Santa Misa, a la que asisten los devotos de Los gólgotas de la historia patria. He recordado ese anuncio católico del perdón en estos últimos días, cuando por redes y medios de comunicación social masivos sigo el combate de ‘verduleras’ entre dirigentes políticos y periodistas que se ofenden entre si de manera indecente, convirtiendo el escenario nacional, luego del desarme guerrillero, en un tinglado de odios, vergüenza y venganza, teniendo como armas las palabras. Así mismo me acordé de esta afirmación del semiólogo italiano Umberto Eco: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas. El drama de internet es que ha promocionado al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad”. La defensa de los derechos de la integridad moral del ciudadano en nuestro país no tiene garantía judicial. Solo debemos concentrarnos en una educación que entienda que la ética no juzga, sino que forma humanos. Siendo la paz una construcción, después de la violencia, es menester que la patria de todos respire otros aromas ajenos al odio entre nacionales.

gasparemilio0810@gmail.com