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El trabajo, sin discusión alguna, es vida. Pero, ¿es vida el trabajo? Indiscutiblemente la vida va más allá del trabajo. El trabajar permite, en nuestro medio socio-económico, lograr un mejor nivel de vida, porque la remuneración compensa el desgaste de la vida durante el tiempo laboral. Y la vida no se acaba con un salario, por más bueno que este sea. Pero, ¿se tiene que trabajar toda la vida para vivir bien el resto que queda cuando ya no se obtiene salario, sino pensión?

Cada día en Colombia se extiende la edad para pensionarse por vejez, lo que significa más tiempo de trabajo. Actualmente un docente y un servidor público, al servicio del Estado, se pueden ‘jubilar’ forzosamente a los 70 años de edad, cuando el promedio de vida, por vivir, es escaso. Creo que esa larga vida dedicada, forzosamente, al trabajo remunerado, dependiente, es lo que ocasiona que ni en el hogar ni en la escuela nos enseñen a aprender a vivir, pues vivir es ocio, no trabajo. Y si queremos vivir alegremente debe aprenderse el placer de vivir, y eso no se enseña en ninguna escuela, ni en la de la casa, ni en la de la esquina. He ahí un dilema.

Dilema que la educación para la vida debe ayudar a resolver prontamente, ya que sin comprensión del placer de la vida misma, a los colombianos nos será difícil superar estos años de violencia y lograr vivir en paz. Diseñemos pues un ‘nuevo curriculum’ que permita aprender a vivir en paz. Alegre y feliz. ¡Colombia ante su santidad Francisco!

Gaspar Hernández Caamaño