La antigua Palestina y Siria eran como un corredor para el comercio que Babilonia había usufructuado por siglos. La posesión de este corredor había sido la verdadera causa de la rivalidad entre Babilonia y sus vecinos, destruyendo varias ciudades, entre ellas Jerusalén, apoderándose de las vías estratégicas para el comercio y los judíos tomados en cautiverio. Desde esos tiempos, comenzando por el pueblo de Israel, donde dos tribus hermanas lograron hasta la actualidad su permanente rivalidad por el conato de pelea entre Esaú y Jacob hasta el zafarrancho que mantienen los israelitas con los palestinos. Los Hebreos (gente de otras partes) que no tenían rivalidad política, pero si una maravillosa unidad religiosa considerándose el pueblo elegido por Dios; adorándolo con el pensamiento en épocas de abundancia y a Baal en la carestía. Fundaron así la primera religión que aunque llamaba a la observación de la ley divina, predicaban el odio a la costumbres y a las razas extranjeras. Inicialmente fueron pastores nómadas que habitaron el desierto del Sinaí. Fueron expulsados de Egipto y se establecieron en Palestina, donde llegaron a provocar a los Cananeos y a otras tribus con la toma de Jericó; mientras que los pueblos de la costa, los Fenicios y los Filisteos, que hoy conforman la franja de gaza resistieron el ataque.
Indudablemente que ahí estaba Goliat, que al final fue vencido por David con la ayuda de Dios, posiblemente en retaliación por la muerte de Sansón. Este es el recuento de los acontecimientos que no han permitido la unidad entre dos pueblos hermanos, que los ha mantenido en permanente rivalidad. Recrudecida con la declaratoria de Jerusalén como capital de Israel que de llegarse a lograr algún día la paz entre israelitas y palestinos, no solamente Jerusalén debería ser la capital sino la sede del papa, por la persecución de los romanos contra los primeros cristianos.
Eloy Farfan Bello