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Se dice que la educación debe ser la práctica, que entre otras cosas, permita a las personas desarrollar el pensamiento de manera crítica y objetiva. Se dice también que es un deber del Estado, por lo que considero oportuno traer este tema a la mesa.

Últimamente he estado notando aspectos que han despertado en mí ciertas inquietudes y preguntas con relación a algunas telenovelas. Una de tales inquietudes me surge al notar que últimamente se ha tomado la ‘vida’ de algunos personajes para llevarlas a la televisión y se ha podido comprobar que algunas de estas historias presentan cambios o variaciones con respecto a la historia ‘original’. La pregunta sería entonces ¿hasta qué punto los televidentes son capaces de diferenciar la ficción de la no ficción? Qué tal si por ejemplo se hace una telenovela basada en el hecho histórico que se conoce como La Masacre de las Bananeras, si se les da por recrear la vida de un trabajador, un terrateniente de la época o de un sindicalista, ¿qué tal si reescriben la historia haciendo variaciones? ¿Qué pensaría el televidente? ¿Sería capaz de diferenciar los hechos? ¿Son capaces estos relatos de transfigurar nuestra concepción de acontecimientos históricos?

Lo que sí he podido comprobar es que son capaces de alienarnos a la hora de analizar y juzgar los hechos. Es muy probable que las personas justifiquen los actos de los personajes principales de sus telenovelas, por ejemplo que alguien pretenda sacar a sus hijos del país arbitrariamente, o que el hermano de la protagonista de la novela cree lazos con grupos armados ilegales para enfrentar a otro grupo subversivo. Esto tal vez radica en que los hechos o sucesos que allí se presentan giran en torno a esos personajes principales o secundarios, solo se nos muestra cómo repercuten los hechos en dichos personajes, se invisibiliza a los otros y por lo tanto a una parte de la historia, de la ‘realidad’. Para la muestra la siguiente anécdota:

En casa de una tía después de uno de los famosos avances que hacen de estas series o telenovelas, en este caso la serie sobre Pablo Escobar, un primo de 11 años –en ese entonces– exclamó con tanto entusiasmo: “¡Hoy matan a ese man!”. Yo me atreví a preguntarle: “¿Por qué?”, él lacónicamente me contestó: “por sapo”. Se refería a la muerte de Rodrigo Lara Bonilla. Esto preocupa en cuanto a lo que este tipo de series o telenovelas puedan provocar en una sociedad poco educada.

Gustavo Candanoza Cuesta
Gustavocandanoza89@gmail.com