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EN EL LAGUITO

Duelo a muerte en la playa

Batirse a duelo fue una costumbre nacida en los pueblos bárbaros y posteriormente muy afincada en Italia y España, de donde se extendió rápidamente por América a través de la Conquista, siendo concebida como la forma violenta de resolver los conflictos originados por cuestiones de honor. Cuando un problema no tenía solución legal ni social se llegaba al duelo a muerte, que era exigido por el desafiante y muy difícil de negar por el desafiado, ya que si lo hacía era señalado como un cobarde y lanzado sin contemplaciones al escarnio público por rehusar el enfrentamiento.

Sin embargo, como en un cuento macondiano y al mejor estilo de una película del oeste americano, el 25 de septiembre de 1974 –hace apenas 43 años– se registró el último duelo colombiano en las playas del Laguito, en Cartagena. Suegro y yerno, ambos conservadores, arreglaron con las armas un inextricable conflicto de honor originado en el seno familiar. Martín Alonso Pinzón, exgobernador de Bolívar, y Manuel Ramón Navarro Patrón, exrector de la Universidad de Cartagena, en una tarde lluviosa y después de un fuerte cruce de palabras en la Torre del Reloj de la ciudad amurallada se desafiaron y terminaron batiéndose a duelo sobre la arena mojada de la playa ante testigos previamente establecidos, entre ellos un abogado de apellido Caballero que trabajaba con Manuel Navarro. Bajo las estrictas reglas que se manejaban para estos casos en épocas del Virreinato de Nueva Granada, Manuel accionó primero el arma impactando a Martín, quien desde el suelo y herido con un disparo certero acabó con la vida de su suegro.

Como era de esperarse, la justicia no aceptó la figura del duelo consagrada en algunos códigos penales de América durante el siglo XIX y parte del siglo XX, sentenciando el hecho como un homicidio que llevó a la cárcel San Isidro en Popayán al exgobernador nacido en Tolú. Recordamos este hecho sucedido fuera de época por las noticias recientes sobre las actividades de un familiar muy cercano de los duelistas, que fue gerente por varios años de la empresa Triple A, actualmente comprometida en el caso Lezo.

Samuel Muñoz Muñoz
samuz@hotmail.es

CULTURA Y TURISMO

París

A París siempre queremos volver porque su encanto es inolvidable.

Me he visto tres veces por Netflix la película Una noche en París, de Woody Allen, y recuerdo esos icónicos lugares de la ciudad iluminada, con la cual no dejo de soñar. Caminarla es un placer (“el flaneire”, significa callejear).Cuando regrese no dejaré de asistir a la Ópera Garnier, La Sorbona, el Museo Rodin, donde está El pensador. El Palacio De Luxemburgo, el Jardín de Las Tullerías…

Un paseo por las orillas del Sena es presenciar grandes monumentos de París, como el Museo de Orsay, el Museo de Louvre y la Catedral de Notre Dame.

Me sentare en un punto de observación perfecto: el Café de Flore, en el Boulevard Saint Germani. Visitar el Barrio Latino, el que fue refugio de los años mozos de nuestro Nobel Gabriel García Márquez. De sus amigos colombianos, como Plinio Apuleyo Mendoza, Años de fuga, premio literario de novela colombiana 1979. Su exesposa, Marvel Luz Moreno, barranquillera, En diciembre llegaban las brisas, 1969. Y de grandes figuras literarias de los años 50: Hemingway, Sartre y Cortázar, entre otros. Conocer Shakespeare & Company; la más asidua librería de su generación (Principios del Siglo 20). Asistir en pareja o en grupo al Moulin Rouge, el cabaret más famoso del mundo; la cuna del can-can francés. Inaugurado en 1889, el mismo año que la Torre Eiffel (la dama de hierro), 129 años. Hoy, hay preferencia por El Lido, más elitista y costoso. En estos lugares se reservan el derecho de admisión.

En la tarde de compras no olvidaremos ir a Benlux Building –Duty Free–, la más grande y exquisita perfumería de París. La mejor época para viajar es en otoño.

Diana Guerrero Diab
dianacomunicaciones@hotmail.com