Compartir:

En varias oportunidades he comentado por aquí que a mi hijo poco o nada le interesa el fútbol. Mientras veía el partido de Colombia - Inglaterra en compañía de mis padres, Lucas jugaba con su Lego de Star Wars y coloreaba algunos dibujos. Al poco tiempo de empezado el encuentro, se acercó adonde mi y me dijo: “Papá, quiero ir al parque, ¿me llevas?”. Yo, concentrado en la pantalla del televisor, le dije casi que por salir del paso: “Sí mijo, ahora que termine el partido te llevo”. Cuando se terminó el primer tiempo, nuevamente llegó a mi puesto y volvió a preguntar: “¿Papá, ya se acabó el partido?, ¿me puedes llevar al parque?”. Le expliqué que faltaba la segunda mitad y que por lo tanto debía esperar. Con el gol en contra y faltando pocos minutos para acabarse el partido mi hijo ya estaba listo en la puerta de la casa esperándome para ir al parque. Pero llegó el golazo de Yerri Mina y nos fuimos al alargue. Al finalizar los minutos suplementarios y comenzar la tanda de penales lo llamé para que se sentara en mis piernas y viéramos juntos el desenlace del cotejo. Allí, abrazado a mi hijo viví el sube y baja de emociones que finalmente nos llevó a la derrota. Mientras mi mamá lloraba a moco tendido y yo, pese a haberme prometido no dejarme decepcionar más de un resultado deportivo, quedé con el rostro lánguido, por lo que mi hijo me preguntó: “¿Papá, y eso qué significa, que no vamos al parque?”. Su pregunta me causó mucha gracia y me fue imposible decirle que no a esa carita llena de sentimiento. Y sí, fuimos al parque porque no todo acaba aquí. Duele, claro que sí, sobre todo cuando se tuvo tan cerca y el otro equipo no era mucho más que el nuestro. La vida continúa, ¡así que ánimo colombianos!

Antonio Javier Guzmán P. - ajguz@yahoo.com