Sin trampas
Doping politico
Cada vez que arranca la final de una carrera política hacia la meta de los elegidos, se adoptan, por lo general, métodos prohibidos para superar, a como dé lugar, a los contrincantes de turno, ya sea mediante zancadillas o incitando a los seguidores de uno y otro lado a cometer infracciones contra las normas antidopajes del código electoral.
En tal sentido, doparse políticamente es intentar o querer hacer trampas de cualquier forma cuando no se posee la capacidad suficiente para estar en el podio de la democracia, es no permitir que la carrera se desarrolle normalmente o tomar ventaja ante los jueces del evento que dirigen los controles antidoping.
Porque participar en una carrera electoral, significa invertir en tiempo, dedicación, y esfuerzo para saber llegar y hasta sufrir por los resultados, para lo cual se requiere estar anímica y psicológicamente preparado para cualquier eventualidad, más allá de los deseos de triunfalismo.
Formar parte de una carrera electoral nos convierte en seres exigentes y enfocados en la victoria, pero también en seres disciplinados, mesurados y competentes para llegar a ser los primeros, porque son muchas las condiciones que en su conjunto y perseverancia nos llevan a obtener el trofeo del mérito.
Un buen competidor político debe estar entrenado todo el tiempo y no solo en temporada previa a la competencia, en la que se necesitan técnicas y consistencias, además de entusiasmo y consagración para que el desempeño sea fructífero y producto de un trabajo constante y auténtico y no un simple salto patrocinado por el oportunismo electoral, sino más bien una escalada firme y de largo alcance, impulsada por la dignidad, la sencillez y el respeto para llegar victoriosos y sanos a la meta.
Porque la lucha diaria, la entrega y la capacidad de sacrificio, son las que animan a lograr lo que verdaderamente se desea y, a la final, caer en cuenta que lo más importante es saber competir, con virtudes propias y sin doping político.
Roque Filomena