En la primavera visita a Venezuela, joven desorientado y sin ningún conocimiento, observe dos avisos en sendas oficinas, uno decía, “Haz las cosas dos veces, la primera enseña a la segunda, el otro, “Cuidado, subes como palma y bajas como coco”, los cuales me dieron buena impresión del país, y a partir de entonces acaté siempre esas lecciones.
También vi grandes tiendas bien surtidas, salsamentarias esplendidas y apetitosas, no existentes aún en Colombia, la adquisición de una bolsa de pan con unas pocas lonchas (céntimo de un bolívar), sintiendo en el subsuelo correr oscuros ríos de petróleo, el cual debía sembrarse según el escritor Arturo Uslar Pietri, teniendo a la sazón unos diez millones de habitantes, perfecto para hacer de él, uno de los mejores países del planeta, pero era mal administrado y en las garras de la corrupción.
Años después llego el presidente Hugo Chávez, con sus maravillosos programas sociológicos y políticos, sobre misiones de salud y educación, el emprendimiento a uno era de industrialización, la siembra del campo y de todo pequeño territorio, la creación de aviones y neveras con el acero nativo, había llegado el momento de sembrar el petróleo, además, una política exterior para situar a Suramérica, a la altura de países desarrollados, ya no sería más el patio trasero de nadie, el sur debía ser el norte a todo esto, los demócratas del mundo saltaban locos de contento.
Pero súbito, ay!, todo se derrumbó, fue solo un sueño. Sobre vino la quiebra moral y económica, yéndose la riqueza venezolana a manos particulares, a la par del aumento de la pobreza en el pueblo, quedando derrotada la política de Chávez, llamada socialismo siglo XXI, perdiéndose toda esperanza por causa de sus partidarios.
Emiro Guerrero
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