A mi modo de ver, el objetivo de los grandes inventos hasta el momento ha estado siempre, entre otros, relacionado con la protección personal, la defensa personal, la comunicación, la movilidad…. Pero en este momento quiero referirme solo, a los que han permitido información sobre lo sucedido en determinada época.
Me parece que cometeríamos un error si al referirnos a la tecnología que nos acompaña actualmente, afirmáramos que se encuentra en todo su esplendor; algo que significa en el punto máximo de su perfectibilidad. Posiblemente es el error que se ha venido cometiendo desde hace miles años, con expresiones de admiración equivalentes. Pensemos cual sería la palabra que se hubiera podido emplear cuando 3500 años antes de Cristo, en Mesopotamia se usó la piedra para la primera escritura, antes de usar el pergamino; y cuál sería la expresión de admiración empleada, cuando en el año 105 después de Cristo, un chino inventó el papel para reemplazarlo. Sabemos también como en 1450 Gutenberg causó tal admiración, con la impresión de la biblia valiéndose de su invento, la imprenta, que hasta el futuro papa, Pio II, lo llamó hombre maravilloso Posiblemente, ya no fue tanto fue el revuelo cuando alrededor de 1800 Volta y Edison descubrieron la energía eléctrica, que actualmente nos permite manifestar nuestra admiración por el descubrimiento del internet, al cual seguimos refiriéndonos con la misma expresión cuando hablamos de la tecnología en todo su esplendor.
Pero la expresión está desvalorizada y estamos seguros que dentro algunos años la misma tecnología que actualmente nos acompaña, no sabemos hasta donde nos conducirá. Personalmente, me atrevo a soñar qué, si se le da importancia al espíritu, y lo estudiamos, será capaz de aclararnos cosas que, en este momento, vemos como misteriosas como la vida futura, el origen del universo y el mismo Dios. Lo sueño así, cuando pienso: cómo se iban a imaginar nuestros antepasados que un día una maquina llegaría a responder todas nuestras preguntas, a realizar operaciones matemáticas y a corregir la ortografía, acciones que considero propias del espíritu.
Carlos A Hernández García