Pienso con el mayor respeto, en los maravillosos cargos de Senador y Representante del Congreso de la República, debiendo ser una labor atrayente, a juzgar por el empeño puesto en su consecución, en la cual colaboran en gran medida los ciudadanos, al elegirlos mandatarios, a continuación de lo cual reciben un enorme salario, honorable estatus, parcelas de poder y otras gabelas, por una tarea agradable, en un recinto apropiado, con independencia, empleando unas cuantas horas a la semana y meses de vacaciones.
Hay una gran diferencia con la situación de los numerosos grupos de obreros, esos grandes creadores de la realidad, sometidos a un patrón, en labores no deseadas, lugares inapropiados, sin independencia, durante ocho horas diarias, con quince días de vacaciones y un salario insuficiente para atenderse él y su familia.
El salario de un senador es de 33 millones de pesos, el de un obrero menos de dos millones, como puede verse la diferencia es exuberante y abrumadora, no en vano se dice ser Colombia uno de los países más injustos del planeta, de manera que ante la tragedia planetaria, siendo la cuota de Colombia, entre otras cosas, un 20% de desempleo y 38% de pobreza, es apenas justo se rebaje los sueldos altos a los congresistas y demás funcionarios del Estado, y cuando la economía se haya recobrado, el capital debe aumentar el salario a los obreros, llevando las cosas a un atisbo de justas proporciones, con esto se dará una superación de la división entre trabajo manual e intelectual.
Emiro Guerrero
Jegr24@hotmail.com