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¿Para dónde cojo? Superé hace muchos años el síndrome del trapo rojo y en el ejercicio democrático del libre albedrío, en múltiples ocasiones he depositado mi voto liberar por candidatos conservadores o de otro color, pero con ideas liberales y progresistas. Pero en esta preocupante polarización política y un degradante ambiente social, atemoriza la total ausencia de valores y quiero cambiar la inveterada costumbre de que no votamos por el mejor candidato, sino por el menos malo. Pero he ahí la incógnita. Miro hacia la izquierda y aparece el deplorable resultado de nuestros vecinos con el equitativo reparto de la pobreza y retengo todavía en mi retina la demagoga figura del comandante en Jefe, usando como tribunal cualquier esquina y en marcial gesto de Kaiser Prusiano, mentir mil veces pregonando las bondades de su revolución del siglo XXI y poniendo de moda la atemorizante expresión: ¡Exprópiese! Miro hacia la derecha y aparecen las fauces amenazantes de la dañina trilogía Político-Contratista-Narcotráfico, qué cuál Jinetes de la Apocalipsis y en degradante política neoliberal, pretenden engullirlos todo en complicidad con una corrupta clase política que ha convertido la administración del estado en patrimonio familiar, con reserva herencial incluida.

Me quedo en el centro, esperando que aparezcan candidatos honestos y descontaminado, pero escasean y los pocos que perecen atreven, temen estrellarse contra el muro de la corrupción que simboliza el contaminante aval de los partidos.

Mientras algo ocurre, distinto a la pandemia, y en transitoria reasignación, miro al cielo y etérea convicción, pido al Dios de las alturas, que sea generoso al trazar el destino de mi familia y si no es mucho pedir, el de toda la humanidad. Bendito sea Dios.

Fernando Cervantes