La prensa ha dado cuenta de un caso reciente en donde cinco niños se intoxicaron al consumir un alimento que contenía un raticida, el cual había sido puesto por la abuela para controlar las ratas. Los datos que reposan en las estadísticas de las instituciones de salud permiten afirmar que las intoxicaciones por raticidas comprenden un número importante de consultas, presentándose accidentales en niños en quienes en la mayoría de las veces la ocurrencia es como lo sucedido en esta ocasión, al consumir alimentos contaminados con los cebos y gránulos de raticidas, dejados a su alcance y voluntarias, intencionales o suicidas en los adolescentes y adultos, en quienes son sustancias preferidas o muy apetecidas por los suicidas.
Las ratas son roedoras a los que se le tiene mucha fobia en nuestro medio, por ser transmisores de infecciones que causan gran mortalidad como la leptospirosis y, además, por su capacidad destructora, por ello, se les considera una verdadera “plaga”.
El modo operandi de algunos productores y distribuidores ha dificultado el control adecuado de la calidad en su materia prima y de su venta controlada.
Los recomendados para uso doméstico son los que contienen anticoagulantes considerados de baja a moderada toxicidad, aun así, son de mucho riesgo, ya que estos productos no tienen especificidad para las ratas, por lo tanto, se comportan como venenos contra todas especies de animales, incluyendo al mismo hombre.
Por ello, además de las precauciones en el uso de los raticidas, es conveniente insistir sobre el conjunto de medidas culturales que controle su proliferación, como: evitar toda clase de huecos y hendiduras por donde puedan entrar; conservar la vivienda y sus alrededores libres de desperdicios, basuras, piedras, maderas amontonadas, al igual que almacenar los alimentos en envases tapados y en lugares de difícil acceso, etc. Podemos concluir que a pesar de todas estas medidas la desratización total ha sido prácticamente imposible y el remedio muchas veces resulta tan dañino y peligroso como las ratas que atacan.
Agustín Guerrero Salcedo