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No es el área de mi conocimiento, pero al ver la linda imagen en el heraldo de la ardilla, me motivó hablar de este roedor, pues, es interesante el hecho que, en contraste con la percepción que habitualmente se tiene de sus amigos roedores “los ratones” como animales perjudiciales, las ardillas están consideradas de forma positiva, aparecen como animales inteligentes y con confianza en sí mismas. El Heraldo la califica de “intrépida”, adjetivo que se usa para quien no siente temor ante el peligro. Para otros son calificadas de una manera negativa como “perversas, malandrinas, astutas”, etc., de ahí el interrogante ¿Son las ardillas unos roedores perjudiciales?

Tienen una marcada indocilidad que no le permitía adaptarse bien como animal doméstico o de compañía, permanecen en lugares donde hay árboles frutales, se comen los frutos, destruyen los cultivos, por ello, algunos, los incluyen entre los roedores consideradas “plagas agrícolas”.

A causa de la transformación de sus hábitats y la reducción de sus medios de alimentación, se han visto obligadas a buscar otras fuentes, entran a los patios, habitaciones y tiendas, dañan las infraestructuras, los cables eléctricos y la tubería aérea.

Además de los daños materiales, no he encontrado, si al igual que los demás roedores de su misma especie ¿son portadoras de enfermedades?, si ¿por su mordisco puedan transmitir la pasteurellosis o la rabia?, si ¿por sus excrementos pueden transmitir la salmonelosis, la leptospirosis, la fiebre hemorrágica viral?, Si ¿por las pulgas que los parasitan, se puedan transmitir el tifus, que puedan costar vidas humanas?

Por ahora, por no tener datos suficientes, me abstengo de sindicarlas que “representen una amenaza para el hombre”, esperando que los expertos (veterinarios, biólogos, infectó logos), nos den las luces.

El concepto opuesto al de intrépido (como las ardillas) es prudente, (que piensa bien las cosas antes de actuar), creo que de la combinación de estas dos características es la fórmula perfecta, que necesitamos los Barranquilleros, en esta pandemia.

Agustín Guerrero Salcedo