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Dicen que producir una carcajada no es para nada fácil; que es más sencillo fingir una sonrisa, a tener que explicar porque se está triste. Lo más absurdo de todo, es que las limitaciones las ponemos nosotros mismos. Y para ser franco definitivamente la ignorancia y la indiferencia no pasan desapercibidas. Es justo en ese momento, cuando te preguntas: ¿qué hacer, cuándo no sabes qué hacer? Y tengo la certeza que en algún instante de nuestra vida lo hemos hecho. Pero, aunque la noción del tiempo en alguna oportunidad se pierde, haciéndonos creer que todo está bien; salta a relucir el colectivo de la memoria. Si, escatimamos que de la mente no nos libramos ni cerrando los ojos. Pero, ¿porque ese menester de engañarnos a nosotros mismos? Si, sabemos ¡que no existe un traidor más infalible que el corazón! ¿me podría alguien explicar eso? O en contra parte, ¿cómo evitamos amar? Cuando ni siquiera eso depende de nosotros mismos. Pero, ahí estamos pintados. Somos todos unos expertos en el ámbito del ilusionismo: en llorar, así nuestros labios quieran lo contrario. En sufrir, para con canciones melancólicas sentirnos mejor. En caminar sobre brasas ardiendo, teniendo la opción de volar. En cosechar rencor en lugar del perdón. Pasando por alto, que quien odia a otro se convierte en homicida. Y en ese plano es donde termínanos siendo víctimas de nuestro propio engaño.

Thiago Bettin