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Cuando la impotencia es por repercusión a las tristezas. ¡Créanme! Es la peor de las condenas, te cuesta encontrar algo que te genere ilusión y te invade el desánimo. Y es justo en ese momento, cuando tu cuerpo experimenta lo que es sentirse solo. En cambio, homologo a lo anterior.

Cuando la impotencia es por causa de la injusticia, retumba en la conciencia del inicuo el crujir de dientes del pueblo. A menudo, las tristezas van y vienen. Pero, la injusticia es como una esponja que absorbe el agua de la vida hasta hacerla morir. Y es sin margen alguno lo que estamos padeciendo: “Hambre, pobreza y muerte” Muerte, subsidiada por el amarillismo de este país manchado en sangre. Así como la confabulación de almacenes éxitos; el cual se equipará, a la versión mejorada de la United Fruit Company. Como en alguna ocasión, lo expuso Gabo en su novela Cien años de soledad. Cuando después de esa presunta masacre, más de tres mil muertos fueron arrojados al mar como cascaras de banano. Aunque en esta oportunidad, son arrojados miserablemente en los ríos y calles.

En la actualidad, a siete años de cumplirse un siglo de dicho flagelo.

El gobierno de hoy como el de sus antecesores, aún siguen favoreciendo un modelo diseñado para beneficiar a las grandes empresas, amparadas a la ley 100 del 93. Algo sumamente inaudito que genera soberbia, impotencia. Anclado todo esto a la vulnerabilidad del régimen obrero, quienes hasta la fecha no gozan de unas condiciones dignas laborales y en el que la protesta social sigue manteniéndose estigmatizada.

Thiago Bettin