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Como colombiano –caribeño– siempre me he sentido orgulloso y canto: “Pa’ Aracataca ya yo me voy/ esa es la tierra de donde soy / de Aracataca yo vine ayer, esa es la tierra del gran Gabriel”.

Lamentablemente, hoy me he levantado con una tremenda vergüenza, al ver que en la consulta anticorrupción nuestra Región fue la más negligente, perezosa e indiferente; una Región que siempre ha sido mirada con desdén por los poderes corruptos –centrales–, y donde la mayoría de las obras de desarrollo todavía están por hacerse, como sucede también con la electrificación. Igualmente pude apreciar que en los centros de votación la mayoría de los votantes fueron adultos y adultos-mayores, entonces me pregunté: “¿Dónde están los cambios generacionales o es que a la juventud no le interesa la situación de nuestra patria?”.

Esta jornada fue un buen termómetro para el reciente gobierno de turno, donde hay mucho que analizar sobre todo que existe una buena cantidad de personas, honestas y correctas que quieren una patria distinta y con un buen futuro para nuestros hijo, nietos y bisnietos.

¿Cómo es posible que con tamaña oportunidad no hubiésemos salido a votar?

Siendo la 1:45 p.m., del domingo 26 de agosto, fui a la Escuela Normal La Hacienda donde acostumbro ir a votar, y me llamó la atención que los jóvenes de la biometría no asistieron y fueron reemplazados por unos pocos infovotantes (estudiantes de 11º en servicio social) y unos pocos policías. Lo que dio a entender que era una jornada de votación de muy poca importancia para los directores de esta labor. Seguidamente llegué a la mesa #2 donde siempre me toca, realicé el proceso y consigné mi voto, marcando 7 veces sí, no puse más porque no existían las opciones, pero fácilmente habiendo espacio; pudieron ser 21. Cuando terminé el ejercicio de votación pedí el comprobante y me dijeron que no había, porque en esta oportunidad era así.

Me retiré pero de repente, me asalto la duda, regresé y pedí que me mostraran la planilla del control de votantes, y ohhh! sorpresa, mi voto no fue anotado, es decir que hasta ese instante yo no había votado, después de haber realizado todo el proceso. La señora que llevaba la planilla, de forma manual, olímpicamente me dijo: “Es que se me olvidó”.

Si esto lo hicieron conmigo que todavía tengo los colmillos completos, que no soy tonto ni caído del zarzo… ¿A cuántos costeños guapachosos y descomplicados y distraídos, se la habrán hecho? Como decía Diomedes Díaz: “Se las dejo ahí!”.

Franklin Benavides