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El 21 de julio de 1994, una misión de 10 sabios, creada por el presidente César Gaviria Trujillo, presentó su propuesta con un texto redactado por Gabriel García Márquez que decía: “Creemos que las condiciones están dadas como nunca para el cambio social y que la educación será su órgano maestro. Una educación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera más a sí misma”. El informe de 150 páginas con planteamientos novedosos y profundos sobre la ineludible importancia de la educación, reposa olvidado en los anaqueles del palacio presidencial.

Veinticinco años después, el presidente Iván Duque conforma una comisión de 43 sabios para adelantar la misma labor de reflexión sobre la Colombia del futuro, con énfasis en ciencia y tecnología. Ojalá la labor y las recomendaciones de este grupo sean realmente tenidas en cuenta y aprovechadas en nuestro país y si bien el 20% de ellos no son nacionales tienen nexos laborales y afectivos con Colombia.

En Colombia hay miles y miles de sabios, ilustrados y eruditos con conocimientos amplios y profundos conseguidos mediante el estudio, pero sin la capacidad creativa que tiene el genio, que es capaz en muchos casos en contra de la sociedad, de vislumbrar la fórmula salvadora que permita el desarrollo armónico de la humanidad. Esos genios que necesitamos somos todos y es hora de comenzar a trabajar con base en una política de Estado que respete el presidente de turno, que en nuestro medio siempre bloquea lo planteado por su antecesor, aun cuando sea del mismo partido.

Samuel Muñoz Muñoz