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El fenómeno de del Niño que afectó a Colombia durante el 2015 y buena parte del 2016, tocó todos los territorios del país; incendios forestales y racionamientos de agua también llegaron al Cesar. Algunos de los más afectados fueron los territorios indígenas, quienes a la falta de agua perdieron sus cosechas, la gran mayoría de la comunidad Yukpa asentada en los municipios de Codazzi, Becerril y La Paz, no escaparon de esta realidad.

Miguel Pérez Ramírez, un indígena Yukpa de 30 años, fue uno de los afectados. Al ver que sus cosechas ya no eran las mismas, que lo poco o mucho que le iba quedando se le secaban por la falta de agua, lo llevó a tomar una decisión, y no fue otra que la de salir del resguardo Iroka ubicado en las estribaciones de la Serranía de Perijá y mudarse con su familia a Valledupar. Contó que se estaban muriendo de hambre.

Fue a principios del 2016, cuando él y su familia, dejaron la sequía en su pueblo para buscar nuevos caminos. Largo fue el camino; sin medio de transporte optaron por caminar y de vez en cuando encontraron la ayuda de personas que los transportaron lo más que pudieron y así llegaron a Valledupar.

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No los esperaba un hotel, o una casa familiar, ni siquiera una cama para dormir. En Valledupar Miguel y su familia no tenían nada. Hoy no es mucho lo que tienen, solo unos plásticos que los cubren de la inclemencia del sol y algunos enseres para cocinar, la poca comida que les llega a diario.

Se ubicaron en el sector de Cola de Caballo, en inmediaciones de la margen derecha de río Guatapurí, con cercanía al barrio Los Mayales. Ahí construyeron unos 'cambuches'.

'No tenemos baño, no hay agua. Buscamos el agua en el río para lavar la ropa. Cuando nos vinimos, trajimos todo en el hombro, en un saco', expresó Miguel Pérez, quien aseguró que lo poco que consumen es gracias a personas que los ayudan. 'Cuando uno necesita agua para tomar, unos vecinos nos la dan', apuntó.

Son cinco adultos y 12 menores de edad los que viven entre estos 'cambuches' construidos con pedazos de madera y plástico, los cuales, paradójicamente, a mediados del 2016 se los llevó la lluvia. 'También es peligroso acá cuando llueve, esto se inunda. Las casas se nos cayeron con la lluvia y las hemos levantado poco a poco', manifestó Pérez, con el poco español que puede hablar.

La batalla con la desnutrición

De esta situación palpable en cada esquina de Valledupar, principalmente en el centro donde a diario se ven estos indígenas pidiendo limosnas para poder comer, los más afectados son los niños, quienes poco se alimentan. La problemática de ellos ya cobró la vida de uno de sus seres queridos, una menor de tan solo dos años murió de una desnutrición severa el pasado 2 de enero.

Hecho que fue confirmado por el coordinador de calidad de la Unidad Pediátrica Simón Bolívar, José Misael Ortega. 'En esta oportunidad se activó todo el protocolo que exige el Ministerio de Salud ante estos casos, la niña ingresó con pelagra (enfermedad causada por la falta de ciertas vitaminas y que se caracteriza por la aparición de manchas en la piel y perturbaciones digestivas y nerviosas), y luego se complicó con septicemia y esto la llevó a la muerte'.

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Según estadísticas de la Secretaría de Salud municipal, desde el 2014 hasta el 2016, fueron en total 14 menores los que murieron a causa de la desnutrición en la ciudad, el 75% de ellos pertenecían a comunidades indígenas.

En el 2014 se presentaron cuatro casos de muertes de niños asociadas a la desnutrición, tres eran indígenas. Al año siguiente, 2015, aumentaron las muertes con un total de seis, siendo cinco los niños indígenas que murieron por desnutrición. En el 2016, la cifra bajó el número de fallecidos con un total de 4 casos, de los cuales tres también fueron indígenas.

¿Quién los ayuda?