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Paradójicamente La Paz ha sido un pueblo marcado por la violencia en el Cesar. Más de la mitad de sus 26.000 habitantes está en el registro único de víctimas del conflicto armado. Las cifras entregadas por la Personería hablan por sí solas: unas 14 mil personas resultaron afectadas por la violencia en algún momento.

Primero fueron las guerrillas del ELN y las Farc las que causaron zozobra en las décadas de los 70, 80 y comienzos de los 90 en esa población ubicada como un corredor estratégico entre el norte del Cesar y sur de La Guajira, y un paso hacia la serranía del Perijá, donde por muchos años se atrincheraron los grupos armados al margen de la ley.

Luego, desde mediados de los 90 y hasta 2006, cuando se desmovilizaron, hicieron presencia los paramilitares, que protagonizaron una dura confrontación con la subversión, dejando una estela de muerte y desaparecidos, así como un fuerte desplazamiento. Según Osnaider Rincón Barbosa, enlace municipal de víctimas en La Paz, más de 11.000 lugareños fueron desplazados durante ese período.

Para colmo de males La Paz vivió la historia paralela del contrabando de combustible procedente de Venezuela, que con las llamadas ‘caravanas de la muerte’, en la que decenas de vehículos cargados con gasolina transitaban a toda velocidad en carreteras y trochas, rompían las barreras de las autoridades para llegar hasta centros de acopio en la cabecera. En esas carreras muchas vidas se perdieron.

Llegó el cierre de la frontera, y la crisis del vecino país, dando al traste con el negocio, que aunque ilegal, se hacía de manera abierta en las vías y hasta en casas que eran utilizadas como bodegas del combustible, lo que generaba ingresos a la mayoría de la población.

Por mucho tiempo, el contrabando permeó a casi toda la comunidad pacífica, y a pesar de los esfuerzos institucionales, no se pudo controlar, hasta que Venezuela cerró ‘el chorro’ de la gasolina y acpm que llegaban a esta parte de Colombia por La Guajira.