Hablar de enfermedades en plantas o del estudio de secuencias genéticas haciendo análisis computacional es confuso para muchos, pero para Álvaro Pérez es casi que el motor de su vida.
Álvaro, de 28 años, es un joven científico nacido en Riohacha, de ascendencia wayuu. Por estos días se encuentra sustentando la tesis tras realizar estudios de doctorado en Biología Integral de Plantas en Montpellier, Francia, donde también trabaja con el Instituto de Investigación para el Desarrollo de Francia.
'Actualmente estudio la evolución de bacterias que causan enfermedades en el arroz. Lo que permite entender cómo las proteínas ayudan a la bacteria a causar enfermedades y tratar de hacer a las plantas resistentes a las bacterias', cuenta Álvaro, quien también es magíster en genética, y tiene pregrado en Biología, ambos en la Universidad Nacional.
Desde pequeño sintió curiosidad por la naturaleza, aunque su interés no era la biología sino la medicina. Él mismo se define como 'el nerd del colegio'.
Cuenta que 'el interés surgió cuando estaba en bachillerato. Hice parte del programa Ondas de Colciencias, un programa que da financiamiento a proyectos de estudiantes con el proyecto para entender cómo la contaminación en las playas podía influencias las poblaciones de cangrejos en Riohacha'.
Al final fue su profesora quien lo motivó por la biología, y una vez dentro del área 'me interesé en la genética, sobre todo en la bioinformática, que es el estudio de secuencias genéticas haciendo análisis computacional'.
Sangre wayuu
Aunque no habla la lengua y nunca vivió en una ranchería, Álvaro se considera de sangre wayuu. 'Me enorgullece hacer parte de la etnia wayuu, cada vez que voy a un laboratorio digo que vengo del norte de Colombia y de la población wayuu', asegura.
En mayo empezará un trabajo de postdoctorado de al menos un año estudiando defensa contra bacterias en plantas utilizando micro ARN en París, Francia, 'y luego ya veremos', dice.
Apoyar su departamento y su cultura también está presente en su día a día. De hecho, en estos momentos trabaja para hacer que las plantas sean resistentes a ciertas enfermedades, enfocado en las enfermedades de África.
'Siempre tengo muy presente que estoy trabajando para gente que de verdad lo necesita, y me recuerda a La Guajira, que es una zona desértica. Me gustaría que algo de lo que yo trabaje se pueda emplear para mejorar los cultivos y la calidad de vida de muchas personas, ese es el sueño a largo plazo', indica.
Sus padres, María Rosa Quintero y Róbinson Pérez, siempre han respaldado las decisiones de su hijo. 'Cuando terminé bachillerato, El Cerrejón me ofreció una beca para estudiar lo que quisiera en la universidad que escogiera. Mis papás nunca me cuestionaron la carrera que escogí, y a lo largo de los años me han demostrado que están orgullosos de lo que he hecho'.
Aunque recuerda que 'estuvieron tristes cuando me fui de Colombia, pero sabían que era para desarrollar mi carrera, y aunque no entiendan mucho lo que hago, siempre me han apoyado'.
A mediados del 2013 se mudó a Francia, pero antes ya había pasado una temporada fuera del país –Estados Unidos e Irlanda–, donde hizo prácticas.
Asegura que en Colombia se hace ciencia, 'y se hace ciencia buena', pero el problema 'es que no se hace mucha'.
En el país, considera, hay poca visibilización de los científicos. 'Muchos con los que estudié el pregrado están en todas partes del mundo y les va muy bien. En todos los laboratorios donde he llegado la gente siempre habla muy bien de colegas colombianos con los que han trabajado', asevera, señalando que él es uno de muchos 'trabajando por amor a la ciencia'.