Era cerrar los ojos en medio de la oscuridad del cuarto, las estrellas fluorecentes pegadas en el techo se convertían en la poca luz que adornaba la cabecera de la cama en la que muchos soñaron con estar en un cohete y alcanzarlas.
Soñar con ser astronauta o trabajar en la Nasa puede ser más común de lo que creemos. Cientos quieren tocar la Luna, otro tanto llegar hasta Júpiter, pero hay un pequeño grupo de adolescentes costeños que decidieron que una parte del Atlántico debía hacerlo realidad y volar hasta allá.
Se trata de 20 jóvenes que a través del 'queremos enviar nuestro propio experimento' cumplieron aquel pensamiento que muchos tuvieron viendo las estrellas fluorecentes.
El programa de la Nasa ‘Cubes in Space’ seleccionó tres investigaciones made in Atlántico para hacer parte de los 80 objetos que fueron enviados en cubos al espacio abordo de un cohete sonda instalación de vuelo Nasa Wallops, en Wallops Island (Virginia, EEUU), el pasado 21 de junio.
Duna y Los Faras fueron acompañados de Tata y Momo con la bandera de nuestro departamento en pequeños cubitos que contenían además los sueños de estos jóvenes investigadores.
Duna
Su nombre es complejo de escribir, quizá por eso los chicos del programa Ondas de Colciencias prefieren llamarla simplemente ‘Duna’. Se trata de dunaliella salina, una microalga con propiedades únicas.
‘Duna’ viene de Tasajera, en el Magdalena. A ella, a diferencia de las mujeres, le va mejor si está estresada. Aunque sus cuidadores la miman y le llaman una y otra vez 'bella'.
'Una necesidad era la alimentación de los astronautas. Siempre hay que mandar comida a la Estación Espacial Internacional porque allá no se puede hacer. Ante esto empezamos a buscar en compañía de los asesores de Ondas y nos encontramos con una investigación de esta microalga que era rica en proteínas', explican los integrantes del grupo que casi a diario se reunían en los laboratorios de la Universidad Simón Bolívar para desarrollar su investigación.
La idea es ver si en un futuro puede servir de alimento para los astronautas haciendo medios de cultivos en la Estación Espacial Internacional porque, en términos sencillos, 'cuando Duna se estresa produce betacarotenos. ¡Es una zanahoria toda loca!'.
Entre risas confiesan con aquella espontaneidad propia de su edad (entre 15 y 17 años): 'Nos gusta que esté estresada porque es cuando nos sirve'.
Cuentan también que 'creció de milagro', porque se acercaba la fecha límite para enviar el cubo y aún no había ‘Duna’ a la vista.
'Luego estábamos detrás de los biólogos para saber cómo deshidratarla sin que muriera. Se sometió a un proceso y ¡luego no pesaba lo que debía! Fue un proceso complicado', relatan.
Tata y momo
Su nombre es cecropia peltata, se conoce como guarumo, pero los estudiantes de los colegios Francisco Javier Cisneros, San Nicolás de Tolentino y la Unidad Porteña de Aprendizaje, en Puerto Colombia, prefirieron llamarla ‘Tata’. Su compañero es ‘Momo’, una semilla de cardamomo.
'Quisimos conocer al enviar a ‘Momo’ al espacio cómo las condiciones afectarían sus propiedades. Analizar al regreso y poder comprender sus propiedades medicinales', explican.
Con ‘Tata’ el asunto va por el lado de la fitorremediación. 'Es la capacidad que tienen algunas plantas para metabolizar metales pesados contaminantes. La escogimos porque podría servir en planetas como Marte, donde su atmósfera tiene metales pesados'.
Ellos tienen ‘el combo completo’ porque sus experimentos cuentan con animaciones carnavaleras, todo esto con el fin de llamar la atención de los más pequeños en temas científicos. Además, el apoyo de sus padres ha sido fundamental. 'Ellos terminan conociendo más del tema que nosotros', dicen.