En una mesa de un taller del Museo del Aire y del Espacio, en los alrededores de Washington, los guantes de Neil Armstrong aparentan estar casi intactos. Apenas se distingue el polvo lunar que los ensució hace 50 años. Al lado, el casco de comunicación de su compañero de equipo Buzz Aldrin luce algo amarillento. El traje espacial de Michael Collins, el tercer astronauta de la misión Apolo 11, está casi inmaculado.
Pero la goma de silicona azul que recubre la yema de los dedos de los guantes de Amstrong, el primer hombre en caminar sobre la Luna, comenzó el proceso inevitable de descomposición. El interior del traje de Collins sufre la misma suerte.
'Al cabo de 50 años se sabe que el caucho se degrada, se endurece y se rompe', explica Lisa Young, restauradora especializada en objetos espaciales del anexo del Museo Smithsonian de Chantilly.
'Fueron fabricados para una sola utilización: ir a la Luna y volver. En los años 1960 los materiales eran nuevos. El interior en caucho debía durar apenas seis meses, y ya van 50 años', dice esta mujer que era una niña cuando Armstrong y Aldrin pisaron el satélite de la Tierra, el 20 de julio de 1969.
En este taller vedado al público los restauradores se empeñan en atrasar el envejecimiento de estos objetos venerados por generaciones de entusiastas del espacio.
Lisa Young conoce íntimamente el traje de Armstrong, que tras haber recorrido todo Estados Unidos al regreso de la misión, fue expuesto en el Museo del Aire y del Espacio hasta 2006, para posteriormente iniciar su restauración en el taller. Se lo expondrá nuevamente a partir del 16 de julio, día del 50 aniversario del despegue del Apolo 11.
No se puede hacer gran cosa para reparar estos trajes: están compuestos por 21 capas diferentes que no pueden ser recortadas ni separadas.
La capa exterior sólo puede ser dañada por la luz: está hecha en fibras de vidrio recubiertas de teflón, que se supone protege a los astronautas de los micrometeoritos y la radiación.
El traje de Armstrong se expondrá en una vitrina a baja temperatura y baja humedad, protegido de toda luz dañina. Maniquíes hechos a medida soportan las fibras, cuyo peso contribuye al desgaste y la deformación.
En aquella época, los ingenieros de la NASA pensaron que habían procedido a una buena elección de materiales, pero apenas podían suponer de qué estaba hecho el suelo lunar.
Resultó finalmente que ese suelo 'es mucho más abrasivo que lo que se había previsto', señala Cathleen Lewis, la curadora responsable de los trajes espaciales.
Lewis muestra las botas de fibra de acero y las suelas de silicona azul de Gene Cernan, el último hombre en pisar la Luna en 1972, en el marco de la misión Apolo 17: estuvieron tres largos días en la Luna y conservan de esa estancia un velo negro de suciedad.