Cuando Sue Finley fue contratada por el Jet Propulsion Laboratory de la NASA cerca de Los Ángeles en la década de 1950, ingresó en un servicio 100% femenino.
'La mujer que estaba a la cabeza (...) pensó que los hombres no la obedecerían y, por lo tanto, solo contrató mujeres', cuenta Finley.
Su historia ilustra el recorrido de muchas mujeres de su época. Su contribución a los grandes programas espaciales de Estados Unidos, como el del resto de las entonces llamadas 'calculadoras humanas', ha permanecido en la sombra aunque es esencial: gracias a estas mujeres dotadas de grandes habilidades matemáticas, los astronautas Neil Armstrong y Buzz Aldrin pudieron caminar en la Luna hace 50 años.
Sus cálculos permitieron construir los cohetes, diseñar los combustibles y desarrollar las antenas que conectan a los astronautas con la Tierra.
Finley siempre ha amado los números. En la secundaria sacaba las mejores calificaciones y ganó una competencia para resolver ecuaciones de química mentalmente.
Su primera orientación fue la arquitectura, frente a la que desistió por falta de cualidades artísticas, relata. Así que se presentó al puesto de secretaria en una compañía aeroespacial. Pero escribía mal a máquina y no superó la prueba de contratación.
'Me preguntaron: '¿Te gustan los números?' Yo respondí: 'Oh, prefiero por lejos los números a las letras'', recuerda con una sonrisa. Así comenzó su carrera como una 'computadora humana'.
El trabajo entonces consistía en hacer cálculos a mano y en máquinas electromecánicas llamadas 'Fridens'.
Después de conocer a su esposo, Peter Finley, tuvo la idea de postularse al Jet Propulsion Laboratory, fundado por la Universidad de Caltech y que hoy en día es el principal centro de exploración del sistema solar de la NASA.
Allí se encontró con un departamento lleno de las famosas mujeres 'human computers'. Otra razón de la preferencia por las féminas allí, explica, es que 'las mujeres son más baratas. Y siempre ha sido así'.