Compartir:

El amor, una experiencia profundamente humana y universal, produce una serie de cambios en el cerebro que transforman tanto el pensamiento como la percepción de quienes lo experimentan. Aunque el amor ha sido objeto de estudio durante siglos desde diversas perspectivas, los avances en la neurociencia han permitido entender mejor cómo este fenómeno afecta el cerebro, especialmente en las mujeres.

(Le puede interesar: ¿Personas que viven en pisos altos podrían envejecer más rápido? Esto se sabe)

Cuando una mujer se enamora, su cerebro entra en una especie de “fiesta” química, activando una serie de neurotransmisores que desencadenan diferentes reacciones emocionales y físicas.

Uno de los principales actores en este proceso es la dopamina, conocida como el químico del placer. Esta se libera en grandes cantidades, generando una sensación de euforia y creando un estado que puede ser comparado con la adicción. Este químico refuerza el deseo de proximidad con la persona amada y estimula comportamientos que buscan mantener el vínculo romántico.

(No deje de leer: ¿Quién envejece más rápido, el hombre o la mujer? Esto reveló un estudio)

La serotonina, otro neurotransmisor fundamental en la regulación del estado de ánimo, ve sus niveles reducidos durante el enamoramiento. Esta disminución está asociada con los intensos y, en ocasiones, caóticos sentimientos que caracterizan esta fase del amor. La baja serotonina puede explicar por qué las personas enamoradas a veces experimentan emociones intensas que rozan la obsesión.

Otra hormona clave en este proceso es la oxitocina, conocida popularmente como la “hormona del amor”. Esta sustancia juega un papel importante en la formación de lazos afectivos y se libera en momentos de cercanía física, como durante los abrazos o las caricias. Esta hormona no solo fortalece la conexión entre dos personas, sino que también promueve sentimientos de confianza y bienestar, cimentando la relación romántica.

(Vea aquí: Tiranosaurio rex habría sido un 70% más grande de lo que se estimaba)

Además, el amor activa varias áreas del cerebro, cada una con una función específica. La corteza prefrontal, encargada de la toma de decisiones y la planificación, se encuentra particularmente activa, lo que sugiere que el enamoramiento también involucra una evaluación consciente del futuro de la relación. El sistema de recompensa, donde se libera dopamina, está directamente relacionado con las sensaciones placenteras que se experimentan durante la interacción con la persona amada.

Por su parte, el hipocampo, responsable de la creación de recuerdos emocionales, y la amígdala, que procesa emociones y reacciones al estrés, también juegan un papel fundamental en cómo se vive el amor.

(Lea también: El cambio climático afecta la distribución de lluvias durante el año)

A largo plazo, el amor puede provocar cambios estructurales en el cerebro. Por ejemplo, se ha observado que el hipocampo puede aumentar su tamaño, lo que mejora la memoria emocional, mientras que la amígdala tiende a reducirse, lo que podría disminuir los niveles de estrés y ansiedad. Asimismo, las conexiones neuronales se fortalecen, optimizando la comunicación entre las diferentes áreas del cerebro implicadas en la experiencia amorosa.

Este complejo cóctel químico y estructural explica por qué el amor puede ser tan poderoso y transformador. Sin embargo, no todas las personas experimentan el amor de la misma manera.

(Le sugerimos: Revelan secretos de ‘Dimorphos’ que mejorarán las defensas de la Tierra)

Factores como traumas pasados, trastornos emocionales o características de la personalidad pueden influir en la forma en que se vive esta emoción. Aunque algunas personas pueden tener dificultades para sentir amor, esto no significa que no puedan establecer conexiones profundas. Su experiencia del amor simplemente puede ser distinta.