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En medio de la suspensión de los diálogos de paz que el gobierno del presidente Gustavo Petro intenta sacar adelante con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), José Félix Lafaurie, miembro del equipo negociador, ha expresado fuertes críticas hacia la guerrilla debido a los recientes ataques terroristas que han estado orquestando en diversas zonas del país.

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Según el dirigente, la paz debe manifestarse a través de acciones concretas y compromisos verificables, en lugar de comunicados que carecen de verdaderos cambios en la conducta del grupo armado.

Los comentarios de Lafaurie surgieron luego de que el Ejército Nacional denunciara un ataque contra una unidad militar en la vereda Llana Baja, ubicada en el municipio de Teorama, Norte de Santander. Este ataque, perpetrado por el frente Héctor del ELN, dejó un soldado muerto y cinco más heridos, según informó la institución a través de redes sociales.

Frente a este hecho Las autoridades señalaron que los explosivos activados por la guerrilla en el área violan tanto los derechos humanos como el derecho internacional humanitario. “La instrucción a la Fuerza Pública es arreciar con toda contundencia en las operaciones militares ofensivas para afectar a esta organización criminal y que les caiga todo el peso de la ley por estos hechos que violan los DD.HH e infringen el DIH”, señaló el Ministerio de Defensa tras conocer el caso.

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Ante estos hechos, Lafaurie enfatizó la necesidad de que el ELN muestre verdaderas señales de voluntad de paz, como la suspensión definitiva del secuestro y del reclutamiento de menores.

“Una manifestación inequívoca de ese GAO no puede ser un comunicado más o, simplemente, la reactivación de la mesa como si nada hubiera pasado. Una manifestación inequívoca es con hechos y compromisos, como la suspensión definitiva del secuestro extorsivo —retenciones económicas— y del reclutamiento de menores, sin perjuicio de la acción de las autoridades contra otros delitos”, precisó Lafurie.

El también presidente de la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegán) recordó que estas demandas no son nuevas, ya que han sido repetidamente solicitadas por el gobierno y la delegación negociadora.

En su más reciente columna, titulada ‘La paz no es un juego… es cosa seria’, Lafaurie subrayó que la reanudación de los atentados por parte del ELN, en especial contra la infraestructura energética y la Fuerza Pública, socava cualquier esfuerzo por construir una paz duradera.

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A su juicio, estas acciones buscan poner a prueba la resistencia y la generosidad del gobierno, pero la sociedad, según el dirigente, ya no está dispuesta a tolerar la “lógica del terror” que caracteriza a este grupo armado.

En su escrito, Lafaurie también criticó los múltiples incumplimientos del ELN en los acuerdos alcanzados hasta la fecha, señalando que el Mecanismo de Verificación, encargado de supervisar el cumplimiento de los pactos, ha sido saboteado por la guerrilla. Y es que, a pesar de que el ELN firmó 28 acuerdos, incluyendo un cese al fuego, los incumplimientos han sido reiterados y evidentes para la opinión pública.

¿Ha existido en algún momento verdadera voluntad de paz?

Una de las preguntas que se plantea el negociador del gobierno es si en algún momento el ELN ha tenido una verdadera voluntad de paz.

Lafaurie expresa sus dudas al respecto, argumentando que las transformaciones territoriales que podrían mejorar la vida en las regiones más afectadas por el conflicto resultan inviables en medio de la violencia actual.

Para el dirigente, es claro que la paz requiere no solo de acuerdos, sino de garantías reales para la protección de los derechos y libertades de los ciudadanos, los cuales se ven vulnerados constantemente por los actos delictivos del grupo insurgente.

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A pesar de estas críticas, Lafaurie no se aparta del proceso de diálogo, pero sí recalca que si las negociaciones continúan, el ELN deberá comprender que “la paz no es un juego” y que cualquier avance dependerá de su disposición para comprometerse seriamente con los acuerdos alcanzados.

Finalmente, el dirigente concluye que, aunque su voz pueda resultar incómoda para algunos, es necesaria para representar a ese sector de la población que, si bien no es enemigo de la paz, exige que las instituciones garanticen la seguridad y el respeto a la legalidad en todo el territorio.