Alias Antonio García, máximo comandante de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional, publicó este lunes una columna de opinión, titulada ‘Una explicación necesaria’, en la que explicó los supuestos orígenes de la violencia en la región del Catatumbo, donde los enfrentamientos entre el Eln y una disidencia de las Farc han dejado al menos 80 muertos.
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Aseguró que “el detonante” de los combates en el Catatumbo fue el “vil asesinato de Miguel Ángel López, junto a su esposa, Zulay Durán Pacheco y su pequeño hijo”, masacre ocurrida el pasado 15 de enero en Tibú, Norte de Santander, que -según Antonio García- le endilgaron “de manera ruin” al Eln.
Sobre los firmantes de paz reportados como asesinados durante los últimos días en el Catatumbo, el líder del Eln afirmó que se trataban de “personas en armas”.
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Este lunes el ministro de Defensa, Iván Velásquez, detalló que las autoridades tienen confirmados “cinco firmantes de paz asesinados por el Eln y seis que no sabemos dónde están”.
“Sobre la presunta muerte de firmantes de paz, en ningún momento es política del ELN, así no compartamos esa decisión de las personas, la respetamos. Otra cosa es que algunos desmovilizados sean personas activas y en armas nuevamente, realizando actividades bajo un mando militar, de otro lado el ELN no tiene dentro de sus prácticas y políticas actuar contra personas civiles”, se lee en la columna.
Además, Antonio García afirmó que las Fuerzas Militares han recibido órdenes de “combatir frontalmente al ELN y apoyar a las Ex-Farc en el Catatumbo, además coordinar operaciones con ellas”.
“En estas directrices participa directamente Otty Patiño, quien desde hace tiempo viene oficiando más como mando militar que como Comisionado de paz, pues dentro de sus directrices predilectas está ordenar dar de baja a integrantes del Comando Central”, sostuvo.
Para explicar los “orígenes, con sus causas y razones” de la situación actual en el Catatumbo, Antonio García habló del resultado de una política de paz “donde el objetivo central ha sido la desmovilización y el desarme, que al final cayó en el remolino donde se recicla la violencia”.
“Luego de la desmovilización en el 2016, no quedaron guerrillas de las Farc en el Catatumbo, solo vestigios de unas “milicias”, que supuestamente no compartían lo acontecido y orientado por el Secretariado, completamente desmovilizado.
Entre estos “milicianos” se encontraba ‘John Mechas’, quien al conversar con algunos compañeros del ELN manifestó que venía en un esfuerzo con otras personas para retornar a las armas, pero con enfoques distintos, para rectificar desviaciones y equivocaciones con las comunidades, así como también dentro de sus propias filas, donde se fuera más considerados con los combatientes y las bases”, contó.
Miembros del Frente de Guerra Nororiental del Eln le dieron el “apoyo” que pedía ‘John Mechas’, pero los problemas no tardaron en comenzar, según el relato de García.
“En los intercambios, ocurridos en ese entonces, aun reciente la desmovilización, los compañeros le preguntaron a ‘John Mechas’: ‘Si hubiese sido el ELN la organización desmovilizada, y las Farc la que siguiera en armas, ¿Usted que habría hecho?’. Sin pensarlo un segundo respondió: ‘los hubiera matado’”.
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Añadió: “Muchas reuniones, muchos acuerdos, pero primó la presión para modificarlos. Poco intercambio político pudo vivirse en ellas y volvió la vieja práctica de lo vivido con las Ex-Farc”.
“Las tensiones en al Catatumbo siguieron creciendo producto de los incumplimientos de acuerdos e imposiciones a la población, como dicen los compañeros del Nororiente: tanto va el cántaro al agua, que termina rompiéndose”, aseveró Antonio García en su columna.