Que los petristas más febriles –y los que no lo son tanto– pretendan defender el bochornoso espectáculo brindado por más de seis horas en vivo y en directo por Gustavo Petro y sus ministros, demuestra el grado de decadencia en que se encuentra la Nación.
El martes pasado en la noche el Gobierno en pleno cayó en el foso de la bellaquería y la indignidad. Y lo peor: se regodea de ello. Ese horrendo espectáculo no debería repetirse, pero por lo visto –y lo anunciado por el propio Petro– quedamos notificados de que tendremos “consejos de ministros” en directo hasta que cese la horrible noche del gobierno del Pacto Histórico.
Contrario a lo que dicen Petro y sus adláteres, lo visto por los colombianos el martes en la noche estuvo lejos de la sana controversia y el debate con altura, como supone uno que transcurre un consejo de ministros en un gobierno integrado por personas intelectualmente preparadas, mentalmente sanas y –sobre todo– decentes. Lo que presenciamos fue una carnicería entre compinches inconformes, azuzada por quien –por la majestad de su cargo– debería tener la altura moral para dirimir las diferencias.
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Nada de lo anterior ocurrió. La calamitosa situación del Catatumbo –motivo del Consejo de Ministros– apenas fue mencionada por un incompetente ministro de Defensa, que vive orgulloso de haber posado sonriente con el criminal Vladimir Padrino López, su par venezolano. Nadie habló del Catatumbo, ni de sus miles de familias desplazadas, ni del número de muertos civiles, ni de las masacres del ELN y las disidencias de las Farc. Mucho menos se ocuparon de los argumentos con los cuales justificarán ante la Corte Constitucional los motivos que tuvieron para declarar la conmoción interior.
No es difícil –por consiguiente– predecir la suerte que correrán ante el alto tribunal los decretos expedidos, amparados en una supuesta situación de excepcionalidad.
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Como si se tratara de un enfrentamiento entre compadritos de arrabal rioplatense, no hubo bala perdida en el bochornoso Consejo de Ministros. Mientras lanzaban puñales a los impresentables Benedetti y Sarabia –cuyo cinismo les alcanza para permanecer en un cargo donde solo Petro quiere verlos, vaya uno a saber por qué razón– los ministros y altos funcionarios del Gobierno aprovecharon la ocasión para pasar cuentas de cobro a todos los asistentes, incluyendo –¡quién lo creyera!– al propio Petro, su jefe.
Lo que quedó en evidencia, después de seis horas de lágrimas, insultos y hasta emotivas declaraciones de amor, es que no hay gobierno. Eso es lo grave. Lo que hay es un puñado de incompetentes, rendidos a los pies de un ególatra, que prefiere hablar de sí mismo antes que tener que ocuparse de los graves problemas del país.
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En sus desvaríos –cada día más frecuentes– Petro insulta a Trump, defiende a Maduro, abraza a Melquiades Buendía, añora a Jaime Bateman, exalta la lucha armada y gradúa de héroes a secuestradores y asesinos. Pero al mismo tiempo desautoriza la junta de Ecopetrol y, por cuenta de ese dislate, la acción de la compañía cae un 3 por ciento al día siguiente en la Bolsa de Nueva York. Nada de lo ocurrido en el Consejo de Ministros del pasado martes merece destacarse. Nada. Absolutamente nada. Ni siquiera su audiencia récord, esgrimida con regocijo por el propio Petro y sus bodegueros. Ese rating alcanzado solo muestra el preocupante y peligroso nivel de estupidez al que estamos llegando. Nada más.
¿Por qué razón el indigno y vergonzoso espectáculo del Consejo de Ministros no debe repetirse?
Consejo de Ministros copiado de Cuba: ¡un verdadero desastre…!
Dice Petro que la idea de transmitir en directo el Consejo de Ministros la copió de Cuba. Mala señal. Aunque Petro y Francia Márquez, defensores acérrimos de la dictadura castrista, se ofendan, lo cierto es que de la isla no hay nada que imitar, mucho menos su programación de televisión.
¿Qué se puede copiar de una isla en la que sus habitantes se mueren de hambre mientras la dictadura les prohíbe pescar? Lo que los cubanos ven a diario por televisión son los discursos interminables de Fidel, que el régimen repite con saña, para seguir embruteciéndolos. Los cubanos ven televisión porque no tienen otra cosa que hacer.
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Los que no están viendo televisión están construyendo balsas para ver cómo salen corriendo –nadando, en realidad– de esa isla que les tocó por cárcel. De manera que el modelo cubano de consejo de ministros que tanto descrestó a Petro es el peor ejemplo que Colombia podría imitar. Punto.
¡Qué tal un ministro cubano increpando a Fidel: ¡póngame atención!, como pasó con el de Educación, después del regaño que le pegó Petro por llegar tarde. A propósito, tiene uno que ser muy de malas para que lo regañe Petro por llegar tarde. ¡Petro, que no llega cumplido ni a sus citas con el urólogo!
De Bolívar a Petro: declaración de amor en horario familiar
Una de las escenas que disparó la audiencia del Consejo de Ministros fue la sorpresiva declaración de amor de Gustavo Bolívar a Petro. Mientras “Don Armando” y la “Señorita Laura” guardaban silencio durante el bombardeo por parte de sus compañeros de gabinete, el director de Prosperidad Social aprovechó la efervescencia del momento para expresarle sus sentimientos a su jefe: ¡Es que yo a usted lo amo, presidente! ¡Sí, sí, lo amo…! Petro solo atinó a sonreír nerviosamente, mientras “Don Armando” levantaba los ojos por primera vez de su libreta de apuntes, donde dibujaba con trazo fino los rizos de Francia Márquez.
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¿Que responderá Petro a la súbita declaración de amor de Bolívar? ¿Insistirá Bolívar en hacer públicos los sentimientos por su jefe? ¿Cederá Petro ante el acoso insistente de su subalterno? Quienes nos aguantamos las tortuosas seis horas de transmisión del primer Consejo de Ministros televisado, esperamos con ansias el segundo capítulo, para salir de dudas y conocer las respuestas a estas preguntas.
¡No tarde, presidente, en convocar a ese segundo Consejo de Ministros televisado en vivo y en directo!
¿El Benedetti que abraza a Francia Márquez en la campaña es distinto al que ahora nombra y respalda Petro?
Dice Petro –eso afirmó en el Consejo de Ministros– que una de las cosas que le gustan de Benedetti es su “locura”, que lo hace muy parecido a Bateman. Comparación que le costó un regaño por parte del director de la Unidad Nacional de Protección (UNP), Augusto Rodríguez, exguerrillero del M-19 y compañero de armas de Bateman.
“No le acepto que compare a Bateman con Benedetti”, sostuvo Rodríguez, muy molesto con el símil empleado por Petro. Pero Benedetti es “loco” desde los tiempos de la campaña presidencial. No de ahora. Petro lo sabía y por esas mismas razones lo nombró jefe de debate.
El Benedetti deslenguado, impúdico, innombrable e impresentable de hoy es el mismo de la campaña. Y eso lo sabía no solo Petro, sino también quienes lo acompañaban, entre ellos la vicepresidenta Francia Márquez y la ministra Susana Muhamad.
¿El Benedetti que abraza a una sonriente Francia Márquez en la campaña presidencial es distinto al que Petro nombró “jefe de gabinete”? ¿El Benedetti que Petro llevó a la campaña, para que le consiguiera plata y votos, es distinto al que ahora rechazan con falso pudor?
Un presidente chantajeable y chantajeado es lo peor para una democracia
Si existían dudas de que estamos en presencia del reino de la improvisación y que asistimos al fracaso más estruendoso de un proyecto político en las últimas décadas en Colombia, ellas quedaron disipadas con el Consejo de Ministros del martes.
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Con lo presenciado en vivo y en directo, es evidente que –como diría el expresidente Carlos Lleras– Colombia es hoy un país descuadernado. Y ello es así porque lo gobierna un presidente movido por resentimientos, mezquino en sus propósitos, soberbio en su comportamiento, carente de autocrítica, irreflexivo, caótico y pasional a la hora de tomar decisiones. Pero –sobre todo– Colombia es un país descuadernado porque lo gobierna un presidente rehén de sus pecados y excesos.
Un presidente chantajeable y chantajeado es lo peor que le puede pasar a una democracia. Un buen gobernante debe ser inspirador y virtuoso, cualidades que –por supuesto– son ajenas a Petro. Punto.