Lo mejor que puede hacer el Senado de la República –ahora que la Cámara de Representantes la aprobó en su segundo debate– es hundir la reforma a la salud, que con tanto empeño ha venido promoviendo el gobierno de Gustavo Petro.
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Una vez más el Senado tiene en sus manos la suerte de una iniciativa que no solo carece de viabilidad financiera, sino que pondría en peligro la vida de millones de colombianos. La verdad clara y precisa es que la reforma debe hundirse para que millones de pacientes puedan salvarse. No hay más opción.
La aprobación de la reforma a la salud en su segundo debate –de los cuatro que requiere para ser ley de la República– es una pésima noticia para el país. El solo hecho de que haya sido aprobada sin que cuente con el aval fiscal del Ministerio de Hacienda demuestra la irresponsabilidad con que actuaron los congresistas, seducidos por los cantos de sirena de los ministros Armando Benedetti (Interior) y Guillermo Alfonso Jaramillo (Salud).
La irresponsabilidad de la actuación de los representantes a la Cámara consiste en que –al no tener aval fiscal– no se sabe cuánto nos costará cada año a los colombianos la reforma a la salud. De ese tamaño es el despropósito. Ni el ministro de Hacienda, ni los ponentes de la iniciativa, amigos todos del Gobierno, saben el costo real de la reforma. ¿En qué cabeza cabe que se puede aprobar una ley sin que se sepa cuánto costará su implementación y de dónde saldrá la plata? Solo en las cabezas de los congresistas amigos del Gobierno cabe semejante esperpento.
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No hay dudas de que esta reforma que aprobó la Cámara de Representantes es peor que la que hundió la Comisión Séptima del Senado el año pasado, precisamente por carecer de aval fiscal. Este Frankenstein es más feo que aquel que se inventó la exministra Carolina Corcho. Es también mucho más peligroso.
Al hundir –por ejemplo– el artículo que establecía un concurso de méritos para escoger a los directores de los hospitales del país, les abrió las puertas de par en par a los politiqueros para que nombren –sin ningún tipo de control– a quienes tendrán en sus manos la administración hospitalaria del país. Es decir, habrá miles de millones de pesos en manos de corruptos, quienes harán fiestas con la plata de los colombianos.
En lugar de mejorar la herramienta del concurso de méritos, hasta el punto de blindarla para que no fuera burlada por los corruptos, lo que hicieron congresistas y Gobierno fue acabar con ella para que no exista ninguna talanquera que les impida echarles mano a los multimillonarios recursos.
Volveremos a los tiempos de directores de hospitales tan ineptos como corruptos, recomendados por politiqueros amigos del gobierno de turno, quienes jugarán con la vida de los colombianos, mientras llenan sus bolsillos con nuestros impuestos. Abrirles las puertas a los corruptos para que se roben los hospitales del país no es un asunto menor.
Es tan grave como convertir a la Administradora de los Recursos del Sistema General de Seguridad Social en Salud (Adres) en una entidad superpoderosa, con un presupuesto multimillonario, pues –por cuenta de la reforma– pasa a ser el único pagador del sistema. ¿Ello qué significa? Que el Estado será quien administre los recursos y se encargue de pagarles a hospitales, clínicas, farmacias y otros prestadores. Es decir, las EPS dejarán de cumplir esa función. El sueño de Petro hecho realidad: el sistema de salud en manos del Estado, el mismo Estado ineficiente que acabo con cientos de miles de vidas humanas en los años 70 y 80.
¿Qué le espera a la reforma a la salud?
El respaldo liberal y la “jugadita” de los conservadores
Aunque los jefes de los partidos Liberal y Conservador han expresado su desacuerdo con la aprobación de la reforma a la salud, lo cierto es que –a la hora de la votación– el Gobierno ha contado con el respaldo –por acción o por omisión– de los congresistas que hacen parte de dichos partidos, tanto en Senado como en Cámara. Es decir, hasta ahora, los presidentes de los partidos Liberal y Conservador se han comportado como simples “reyes de burlas”, pues nadie les obedece.
En el caso de los liberales en la Cámara, sus 16 votos de respaldo sirvieron para salvar la reforma. Sin ellos se hunde. Punto. Y en cuanto a los conservadores, volvieron a hacer la “jugadita” de quedarse en comisión y en plenaria para hacerle el quorum al Gobierno.
Aunque voten negativo, su estrategia consiste en quedarse en el recinto para que el Gobierno pueda tener quorum para iniciar la discusión. Es decir, al Gobierno no le importan los votos negativos de los conservadores: lo que le interesa es su presencia. En cuanto a La U, ya el Gobierno le garantizó su Ministerio de las TIC y con ello aseguró su voto. Todo lo que digan es carreta.
El buen negocio de las EPS: recibirán plata sin tener que correr riesgos
El fortalecimiento de la Adres –que ahora tendrá a su disposición unos 90 billones de pesos al año– significa el debilitamiento de las EPS. Así de simple. Pero –curiosamente– ese zarpazo, que significa para las EPS el dejar de recibir miles de millones de pesos, que ahora pasarán para el Estado, a través de la superpoderosa Adres, no tuvo tan mal recibo en las filas de las antiguas prestadoras de salud. ¿La razón? Ya no serán “prestadoras de salud”, sino “gestoras de salud y vida” y por cuenta de ello recibirán el 5 por ciento del pago, pero sin correr los riesgos en la prestación del servicio, que ahora pasará a manos del Estado.
En otras palabras, a las EPS les pagarán una buena plata por hacer menos y sin correr riesgos, como ha venido ocurriendo. Mal negocio no resultó tampoco para las EPS la reforma a la salud. Ya se entiende su silencio durante el trámite de la iniciativa en la Cámara de Representantes.
El Senado tiene la palabra
Hasta el momento –aprobada la reforma a la salud en su segundo debate en la Cámara de Representantes– hay que decir que el Gobierno va ganando el partido. Falta todavía el segundo tiempo. Es decir, los dos debates en el Senado para que se convierta en ley de la república. La “ley Corcho” se hundió el año pasado en su tercer debate en el Senado.
En esa oportunidad un bloque sólido de 9 senadores se opuso a la iniciativa y logró que se archivara. En esta oportunidad –si ese mismo bloque se mantiene unido– la reforma volvería a hundirse. Pero si uno o varios de sus miembros caen seducidos por las “dulces ofertas” del Gobierno, entonces la iniciativa tendrá vía libre para seguir hasta la plenaria del Senado para su cuarto y último debate.
Todo depende de la convicción de los senadores y de la capacidad de seducción del Gobierno, en cabeza del ministro Benedetti, quien sabe perfectamente cómo tener contentos a sus excolegas del Congreso. Si esa seducción –que seguramente incluirá una buena dosis de mermelada– no resulta tan efectiva, Petro echará mano del recurso que más le gusta: sacar a la gente a las calles para que presione a los senadores para que apoyen el proyecto.
¿Dónde estaba Petro cuando los politiqueros saquearon al Seguro Social?
Está visto hasta la saciedad que a Petro no le gusta el sector productivo. Él cree que en el Estado están todas las soluciones a los problemas del país. Es un presidente enemigo de la empresa privada. Punto. Lo que ocurre con la reforma a la salud es prueba de ello.
Se trata de una reforma que obedece a una ideología y unos dogmas interpretados a rajatabla por Petro. ¿Donde estaba Petro cuando el Instituto de los Seguros Sociales (ISS) fue devorado por la corrupción? ¿Qué hacía mientras los politiqueros arrasaron con el ISS? ¿No conoció los tiempos en que el ISS se lo repartían los politiqueros en las regiones y eran quienes nombraban directores de hospitales tan ineptos como corruptos?
Pues bien, ese modelo perverso y criminal –que deja todo en manos del Estado– es el que Petro pretende replicar con su reforma a la salud. La Adres no será nada distinto al tristemente célebre ISS. A la vuelta de unos años asistiremos –¿alguien lo duda?– al colapso del “modelo de salud de Petro”. ¿Cuántos muertos nos costará? No lo sabemos, pero serán muchos. Miles o quizás millones. Cuando ello ocurra, Petro encontrará a quien echarle la culpa. Y no será a su gobierno, precisamente.